Ir al contenido principal

Acueducto de Ciudad Rodrigo y algunos caños


A pesar de ser uno de los monumentos más desconocidos de la provincia, el acueducto de Ciudad Rodrigo, es una de las obras públicas más importantes después de la muralla. Podemos decir incluso que se trata de la obra de abastecimiento de agua de la edad moderna más singular de Castilla y León. Aún así, no cuenta con la protección de Bien de Interés Cultural. 

Vista parcial de los restos del acueducto
El abastecimiento de agua a la población fue una preocupación constante por parte del ayuntamiento durante el siglo XVI. El historiador Sánchez Cabañas menciona dos puentes para facilitar la traída de aguas desde La Aceñuela. Uno de ellos es el acueducto del que se hablará en este artículo y del que aún se conservan restos parciales, el otro, del que lamentablemente no queda ningún vestigio, únicamente sabemos que era de madera y estaba construido sobre pilares de piedra. Hay varias referencias sobre la necesidad de emprender reparaciones en “las puentes de piedra y palo” en el siglo XVII. 

Con el fin de traer agua a la ciudad, el consistorio de Ciudad Rodrigo encargó en el siglo XVI a Sagrameña de Vargas,  la construcción del acueducto. La captación de agua se hacía en el venero de Valdenovillos, a algo más de 9 km de Ciudad Rodrigo. El acueducto, tenía una longitud de unos 9 km y estaba construido en su mayor parte de cantos, cal y ladrillos con las partes de refuerzo en piedra de cantería. 

El agua fluía a través de canalones de barro que estaban ubicados en la parte superior del acueducto, aún podemos observarlos en la zona aérea que se conserva a unos 5 km de la ciudad, en la finca de Mediasfuentes. Esta estructura, cuenta con dos arcos de medio punto y tres contrafuertes, construidos en piedra de sillería, mientras que el resto, es de argamasa de calicanto. 

Antes de su desembocadura en las inmediaciones del Registro, contaba con ramales para llevar el agua a varios monasterios de extramuros. De esta forma se abastecía el convento de Santa Clara, los desaparecidos conventos de San Francisco y de Santo Domingo, así como a la casa de niños expósitos. 

Torre de elevación 
Otro de los pocos restos que se conservan del acueducto es una torre de elevación ubicada en el conocido como camino de los paredones, cerca del instituto Fray Diego Tadeo González. Esta torre servía para potenciar la subida de agua en el último tramo hasta la puerta del Conde. 

Gracias a algunos apuntes antiguos sabemos de la existencia de un pilón en el conocido como arrabal de san Francisco, cerca de la parroquia de san Andrés, antes llamada de San Pablo y junto a la antigua muralla que la ciudad tuvo en el arrabal [1]. Según el historiador Sánchez Cabañas, se trataba de un pilón en el que caía agua por 16 caños y pertenecía a la época en la que el rey Fernando II pobló Ciudad Rodrigo, es decir, la segunda mitad del siglo XII, aunque había sido reconstruido en 1613 por encontrarse sus caños ya muy gastados. Durante esta obra el número de caños se redujo a ocho, ya que los ocho restantes, se sacaron para desembocar en la fuente que se había construido junto a la Cruz Tejada [2]. Durante las obras aparecieron varias monedas romanas del tiempo en que era emperador Augusto César. El mismo Cabañas aseguraba ser poseedor de dos de ellas que le había entregado el maestro de obras Alonso Rodríguez [3]. En memoria de esta reconstrucción, en la parte frontal del pilón, se habían colocado las armas reales y a sus lados, las de la ciudad y las de su corregidor, bajo ellas, la siguiente frase: “La ciudad de Ciudad Rodrigo mandó hacer y reedificar estos dos [4] pilones, siendo corregidor en ella Pedro Hurtado de Morales, año de 1613”. Aún hasta nuestros días perdura en esa zona el nombre de calle de los Caños y Calle del Canal.

Cerca de este caño, se encontraba el convento de San Francisco, hoy en ruinas. En sus inmediaciones existía un pozo de forma triangular que construyó con sus propias manos el mismo San Francisco de Asís, en el año 1214, durante su estancia en Ciudad Rodrigo [5]. En los meses de verano este pozo era el que surtía de agua al convento. Los mirobrigenses tenían por milagrosa su agua, y acudían a recogerla para dársela de beber a los enfermos. En el claustro que poseía este mismo convento, existía otra fuente, esta había sido construida a pico, de forma manual, se accedía a ella por unas escaleras a través de un callejón por el que cabía un hombre de pie. Los frailes bebían sus aguas en invierno ya que, al ser abierta, recibían los rayos del sol. Poseía un desagüe que transportaba el agua hasta el exterior y desembocaba, a través de un caño de hierro, en un pilón de cantería que “labraron los antiguos”. 

Pilón Puerta del Conde. Foto Pazos
En otro tiempo, a este pilón acudían los caballeros para dar de beber a sus caballos, tras los habituales alardes que se celebraban en la ciudad durante la festividad de San Juan Bautista. Fue en él donde tuvo lugar el famoso encuentro de Garci-López contra Pachecos. 

Hubo además otros tres pilones, uno para surtir a las monjas del convento de Santa Clara, otro para abastecer a los frailes del monasterio de Santo Domingo, que se ubicaba donde en la actualidad está el edificio de Asprodes y en donde aún pueden observarse unos pequeños restos, el tercero, un gran pilón ubicado “en una plaça que tiene delante el convento de Santo Domingo”, se construyó para el consumo de la “gente común”. En él caía el agua a través de un grueso caño de hierro, y en su parte frontal, podía leerse el siguiente epitafio: “Esta obra mandó fazer la ciudad de Ciudad Rodrigo siendo corregidor don Alonsso Pérez de Artiaga; acabose año de 1577”. 

El acueducto, que durante centurias sirvió para acercar el agua a los mirobrigenses, desembocaba en un pilón, popularmente conocido como la cañería grande, que estaba ubicado en las inmediaciones de la parte externa de la Puerta del Conde. El uso de este sistema hidráulico se mantuvo hasta ya iniciado el siglo XX. 

Fue restaurado en 1660 y se sabe que su reparación costó 200 reales. En el consejo del ayuntamiento del 4 de septiembre de ese mismo año se manifiesta que, el comisario de puentes, fuentes y empedrados, el señor don Miguel Muñoz, había ido a ver con un maestro de obras las reparaciones que necesitaban los puentes “de palo y piedra del agua”. El mencionado maestro había dicho que el puente de palo necesitaba “cinco canales de a veintisiete pies cada una, dos vigas grandes y dos carros de madera menuda” para la realización de andamios, y que el “puente de piedra necesitaba de cuatro carros de cal”. 





[1] En la época de Sánchez Cabañas aún se conservaban algunos restos de la muralla que protegió los arrabales, él mismo relata en su historia civitatense “Parece que también en algún tiempo estuvo cercado el arrabal, pues a la parte Oriente, se ven hoy día grandes pedazos de muralla, de cuatro tapias de alto, hechas de argamasa y guijarro, junto a la antigua parroquia de san Pablo, y cerca de la calle de los Caños”. 
[2] En la calle que aún perdura con este nombre, se ubicaba la ermita del Santo Cristo de la Cruz Tejada, en ella concluía el vía crucis de piedra que tenía su origen en el convento de San Francisco y según Cabañas era muy frecuentada”por tener una imagen de Cristo que dio un indiano, y está a cargo de la Cofradía de la Veracruz”. 
[3] Según Cabañas “La una es del enperador César Augusto, según consta por su ynscripción, que dice: Caesar Aug = Aug = Inp. Las quales letras tiene y de orla de su retrato; la otra es de Faustina, muger del emperador Marco Aurelio, como se colige de su retrato y letrero que dice: Faustina Aug”.
[4] El otro pilón al que se refiere esta inscripción, se construyó para dar agua a las caballerías. 
[5] Cuando San Francisco de Asís permaneció en Ciudad Rodrigo, se alojó en la desaparecida ermita de San Gil Abad, donde más tarde se construyó el convento de San Francisco en su honor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Termas públicas en Ciudad Rodrigo: Los Baños abovedados de San Albin

En la antigüedad coexistieron dos tipos de instalaciones balnearias: las termas, o grandes baños públicos, y los balnea, instalaciones privadas de dimensiones considerablemente menores que las termas.  En Occidente, a partir de los siglos V y VI solamente consta la existencia de los balnea, normalmente asociados a las élites eclesiásticas. En la península ibérica parece haberse producido una ruptura entre la tradición termal de la Antigüedad y la Edad Media. Los baños más antiguos que se conocen en la España cristiana los mandó edificar Alfonso III a comienzos del siglo X en la ciudad de Zamora, seguramente inspirados en en los modelos islámicos, pues fueron construidos por mozárabes procedentes de Toledo.  Durante el siglo XII, los monarcas cristianos levantaron numerosos baños públicos en las ciudades que fundaban en la mitad norte peninsular, que con frecuencia eran cedidos a los concejos o a la iglesia, pues estos establecimientos constituían una sólida fuente de ingresos

Leyenda de Ciudad Rodrigo: La Historia de La Coronada

Marina Alfonso, una respetada dama mirobrigense perteneciente a la influyente familia de Los Pacheco, es el personaje central de esta historia. Los documentos de la época nos revelan que era una mujer de notoria belleza y virtud, cualidades que atrajeron la pasión de un rey español que visitó la ciudad. Este monarca se obsesionó con derribar la virtud de Marina, pero ella, firme en su honor, rechazó sus avances reales e ignoró sus amenazas. El rey, inicialmente, intentó seducirla con encanto y elogios, pero ante la firme negativa de la joven y su falta de costumbre a la resistencia, recurrió a amenazas poderosas, insinuando que la familia de Marina podría sufrir su ira. Consciente del peligro que acechaba a su familia, Marina buscó refugio en las páginas de un libro titulado "Máximas del Evangelio, y resumen de la moral cristiana", donde encontró estas palabras sabias: " Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatele; quiere decir, si lo que te es más apreciable y de mayo

IRUEÑA, una joya arqueológica aún por explorar

Teniendo en cuenta que solo se puede amar aquello que se conoce, desde  Lancera de don Julián  queremos aportar nuestro granito de arena para dar a conocer esta joya vetona, pues conocerla resulta un requisito esencial para que en yacimientos ubicados en medios rurales, como es el caso del castro de Irueña, se puedan desarrollar las estrategias de investigación, protección y difusión que merecen.  Los vetones fueron los habitantes prerromanos de las tierras situadas por el Sistema Central, ocupando prácticamente la totalidad de la provincia de Ávila, buena parte de las de Salamanca y Zamora, el sector oriental de la provincia de Cáceres, el occidente toledano y la zona del noroeste portugués.  Algunos historiadores romanos, como Livio y Apiano, los presentan como un pueblo de vida sobria y carácter guerrero que participaba en los continuos enfrentamientos bélicos, junto al resto de pueblos celtíberos, durante los dos primeros siglos de la conquista romana.  Los castros son núcleos fo