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Pasado militar: Cambios de Guardia y Polvorines

Ciudad Rodrigo, por su proximidad geográfica con Portugal ha contado siempre con gran relevancia histórica como plaza fuerte. Hasta principios del siglo XX, una estampa se repetía de forma diaria en Ciudad Rodrigo. El relevo de la guardia en el Cuartel de Caballería, actual edificio donde se ubican las oficinas de REGTSA.

Parada militar del Batallón de Antequera en la Plaza Mayor

El  desaparecido semanario La Iberia, que tenía sus oficinas frente al mencionado cuartel, nos brinda una ventana al pasado, transportándonos al 27 de junio de 1914.

En un artículo titulado “El relevo del centinela”, la descripción de la típica estampa es cautivadora. Nos narra el enérgico cambio de guardia, donde un joven centinela, con mirada serena, asume con orgullo su deber marcial. Ante sus compañeros y el cabo de guardia, con las armas alzadas, comunica la consigna del día. El artículo dice así:
 
Mirando al marcial muchacho que presta servicio de centinela, está la mesa en donde hilvanamos estas líneas, y a la hora en que lo hacemos, desempeña este honroso cometido un joven moreno, de fuerte musculatura y mirar sereno. Llama nuestra atención por su postura marcial que resalta más al colocarse frente a frente del compañero que sale a relevarle y comunicarle, en presencia del cabo de guardia y con las armas presentadas, la consigna que haya recibido. Absortos y como extasiados nos quedamos contemplando tan hermoso cuadro y nuestra imaginación vuela a campos africanos [...] y nueva vez aparece a nuestra vista el relevo del centinela que presta servicios a la puerta del cuartel de Caballería y esta vez, parece que nos sonríe[1].

Otra imagen recurrente en Ciudad Rodrigo era el relevo matutino de la guardia, que, con una puntualidad férrea, a las 11 en punto, un pelotón de soldados partía por la Puerta del Conde a las órdenes de un cabo [2]. Los soldados, fusil al hombro y con marcha marcial se dirigían hacia los polvorines.

Esta costumbre se originó tras un suceso trágico: la enorme explosión del polvorín de la capilla de Cerralbo. La capilla había sido convertida en un almacén para guardar pólvora, bombas y equipos militares, pero el fatídico 22 de octubre de 1818, un incendio se desató en el polvorín, y toda la ciudad fue sacudida por una explosión estremecedora.
 
Las consecuencias se hicieron evidentes: la cúpula del templo sufrió grietas, y las piedras de la linterna salieron disparadas en todas direcciones [3]Cuando los mirobrigenses se repusieron del susto, se lanzaron a la calle para ver qué había ocurrido. Fueron recibidos por una escena desconcertante. Lo que podría haber sido una devastadora catástrofe se había transformado en un mosaico de cristales rotos y daños en edificios cercanos. Milagrosamente, solo una persona resultó herida, Isidro Cifuentes, quien estaba presente en la capilla cuando se produjo el incendio, resultó gravemente herido y con ambas piernas rotas [4].

Polvorines de san Agustín antes de su derribo
Este incidente dejó en evidencia el peligro de mantener los polvorines dentro de la ciudad. Los mirobrigenses, apoyados por las autoridades civiles y eclesiásticas, hicieron prometer al Capitán General que trasladaría fuera de las murallas [5]. Desde entonces se comenzó la construcción de los polvorines de san Agustín [6]
 
No era la primera vez que la ciudad vivía la angustia de una explosión en un polvorín. El 14 de diciembre de 1809, entre las 10 y las 11 de la mañana, un trágico suceso estremeció a Ciudad Rodrigo. En esta ocasión, el polvorín afectado estaba ubicado en las antiguas habitaciones subterráneas de la desaparecida iglesia de San Benito, junto al Castillo [7].

Esta explosión cobró la vida de tres personas: Francisco de la Cruz [8], quien trabajaba como peón de confianza en el almacén y quedó atrapado bajo los escombros; Toribio Sánchez Aparicio [9], Capellán del Sagrario, quien se encontraba cobrando el arriendo de una casa cercana que pertenecía a la congregación, y Antonia Curto [10],  una lavandera que, en ese fatídico momento, caminaba por la calle Colada en dirección al río. Sin duda, un triste episodio que dejó una huella imborrable en la memoria de la ciudad.





[1]  La Iberia, 27 de junio de 1914.
[2] Tierra Charra, 31 de agosto de 1930.
[3]  La linterna de la cúpula de la capilla sufrió graves desperfectos por la explosión, sin embargo, no fue reconstruida hasta 1889.
[4] Hernández Vegas, MATEO. "Ciudad Rodrigo. La Catedral y la Ciudad". Tomo II.
[5] Tierra Charra, 31 de agosto de 1930. En dicha publicación se lamentaban de que hacía años ya no se hacía el cambio de guardia y los polvorines se encontraban abandonados.
[6]  Conocidos como Polvorines de San Agustín, estaban situados en la carretera de Béjar de Ciudad Rodrigo. Según la ficha del Catálogo C-56 del Plan general de ordenación urbana de Ciudad Rodrigo: “Fueron construidos por 1739 con el fin de retirar el material explosivo del casco urbano de Ciudad Rodrigo. Dentro de los mismos, se distinguía un edificio para el cuerpo de guardia y otro más para los soldados, formando una estructura de 25 x 9 metros”.
[7] Hernández Vegas, MATEO. "Ciudad Rodrigo. La Catedral y la Ciudad". Tomo II.
[8] Parte de defunción en el libro de la parroquia del Sagrario de Ciudad Rodrigo. “Francisco de la Cruz, conjunto de María Antonia Pérez. En la ciudad de Ciudad Rodrigo, en los 14 días del mes de diciembre de 1809, falleció bajo de las ruinas del Almacén junto al Castillo de esta ciudad en la explosión de la pólvora y municiones que había en él, donde se hallaba como peón de confianza de este Almacén con otros, Francisco de la Cruz, vecino de esta ciudad, conjunto de María Antonia Pérez: no tenía hecho testamento, y su madre Ana García y su mujer dispusieron hacerle los oficios acostumbrados de parroquia en esta de San Juan donde era feligrés y después  darle sepultura si se pudiese sacar bajo de las ruinas, y en fe de ello como Prior de esta parroquia, lo firmo. Juan Andrés Sevillano. Semental”.
[9] Parte de defunción en el libro de la parroquia del Sagrario de Ciudad Rodrigo. d. Toribio Sánchez Aparicio, Capellán de este Sagrario, en Ciudad Rodrigo, 20 de Enero de 1.810, se descubrió entre las ruinas y escombros del Almacén o Arsenal que se arruinó con motivo de incendiarse varias guarniciones y pólvora junto al Castillo en el día 14 del pasado Diciembre entre 10 y 11 de la mañana. Se averiguó que dicho D. Tiburcio, en aquella hora pasaba a matar sobre arriendo en una casa en la congregación con Antonio Martín que vivía en una casa inmediata a dicho Almacén, salváronse los moradores de ella por no hallarse a la sazón allí. Se enterró en esta Catedral celebráronse los oficios de entierro y honras y por la Parroquia. Y para que conste lo firmo. D. Sebastián Gallardo Moreno. Al margen: falleció D. Tiburcio Sánchez Aparicio Capellán de este Sagrario”.
[10] Parte de defunción en el libro de la parroquia del Sagrario de Ciudad Rodrigo. “Antonia Curto, viuda de Vicente Cabezas. En la ciudad de Ciudad Rodrigo en los 14 días del mes de Diciembre de 1.809 sin haber podido recibir sacramento alguno falleció Antonia Curto, repentinamente con la ruina del Almacén de Artillería del Castillo por la explosión de un repuesto de pólvora, bombas y granadas que había en él, cogiéndola en la calle de la Colada pasando a lavar al río. Viuda de Vicente Cabezas. Sus hijos dispusieron se le diese sepultura en esta parroquia de San Juan donde era feligresa. Sin que hubiera testado por ser pobre y se le hizo su entierro con misa de cuerpo presente y los santos oficios acostumbrados de parroquia y en fe de ello como Prior de esta parroquia lo firmo. Juan Andrés Sevillano. Semental”. 




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