Ir al contenido principal

Paseo por el Ciudad Rodrigo de 1750. Parte I: La Plaza Mayor

Gracias al Catastro del Marqués de la Ensenada, llevado a cabo en Ciudad Rodrigo en 1750, podemos hacernos una idea muy aproximada de como eran muchos de los edificios hoy desaparecidos. 

Poco a poco, gracias a las descripciones que se dan en este catastro y a algunos otros documentos de la época, se irán publicando artículos que describan como eran entonces algunos espacios urbanos y lugares de Ciudad Rodrigo. En esta ocasión, me centraré en hacer una aproximación de la Plaza Mayor de 1750, aunque quizá sea el espacio urbano que menos ha cambiado desde entonces, en torno a ella se ha desenvuelto siempre la principal actividad de la ciudad debido a los edificios que la circundaban.

Comenzamos esta pequeña ruta por la Plaza por el que es, sin duda, su edificio más destacable, el ayuntamiento. Al igual que en la actualidad, por su parte izquierda lindaba con la Rua Vieja, que en la actualidad se llama Rua del Sol. Su trasera, lo hacía con una casa propiedad del cabildo catedralicio. 

En ese momento no contaba aún con el ala derecha que posee en la actualidad, sino que ese espacio era ocupado por la iglesia de San Juan Bautista, con la que lindaba. Esta iglesia, que fue construida durante los primeros años de la repoblación por finales del siglo XII, perteneció a la orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, más conocida como orden de Malta. Gracias a la documentación, podemos saber que se trataba de un templo románico con algún elemento mudéjar. 

Fotografía anterior a 1903, aún se observa iglesia de San Juan

Contaba con un jardín, ubicado en la trasera del ayuntamiento, que comunicaba con una puerta con arco de medio punto, aún visible, que en la actualidad pertenece al edificio que hasta hace poco ocupó una sucursal bancaria. Este jardín fue utilizado como cementerio público. De hecho, en los últimos trabajos arqueológicos llevados a cabo en este espacio, se hallaron algunas sepulturas que previsiblemente son de su primera época, del periodo medieval.

Esta iglesia, que en el pasado fue uno de los más principales que hay en la ciudad y muy devota [1]había ido sufriendo desperfectos paulatinamente durante el paso de los siglos y, a pesar de haber sufrido algunas reformas para paliar su ruina, finalmente acabó por malograrse, por lo que tuvo que ser reformada casi en su totalidad entre los años 1663 y 1665 [2]. Fue en 1842 cuando, debido a la desamortización emprendida un año antes por Baldomero Espartero, se desmanteló. Sus pertenencias se se repartieron entre la parroquia de San Isidoro, también desaparecida, y a la Catedral.  Finalmente  se derrumbó en 1903 para llevar a cabo la ampliación del ayuntamiento. 

Ayuntamiento en obras / Fecha 1903-1903

Junto a la esquina formada por la citada iglesia y el ayuntamiento se ubicaban entonces las Tres Columnas, retiradas en la mencionada obra de 1903. Antes de esta reforma, el ayuntamiento, contaba con una imagen muy diferente a la que podemos apreciar hoy. El edificio original, construido en el siglo XVI con marcado estilo renacentista, contaba con una galería acristalada, la cual hoy vemos abierta. Sobre la espadaña, ubicada entonces a la izquierda, la campana que se servía para alertar a los mirobrigenses en situaciones de peligro, de la misma forma que la actual, conocida como la Campana Gorda, aún lo continua haciendo durante los días de Carnaval del Toro.

En el claustro de la iglesia de San Juan también se celebraron algunos cabildos y a sus pies daba comienzo el denominado Mercado Chico, que se desarrollaba a lo largo de la calle San Juan. En los soportales del ayuntamiento se instalaban los oficios de los escribanos y notarios y se vociferaban los pregones antes que en ningún otro lugar. Hay que tener en cuanta que en 1750 la Plaza Mayor aún no contaba con el suelo empedrado que hoy luce, obra promovida por don José Manuel Sánchez Arjona, apodado en Buen Alcalde, en el siglo XX. 

Ayuntamiento, III Columnas e iglesia de San Juan  / 1903 / Foto: Pazos

Si en 1750 mirásemos de frente al ayuntamiento, veríamos a su izquierda las Carnicerías Reales, construidas en el año 1557 y desaparecidas a principios del siglo XX. En esta época su estado ya debía de ser lamentable, pues unos años después, concretamente en 1777, el procurador síndico del común, don Juan Antonio de la Fuente, expuso al alcalde mayor que las carnicerías se hallaban en estado de ruina [3], por lo que sus obras de reparación salieron a subasta pública y llevándose a cabo las obras durante los dos siguientes años. 

La fachada de las carnicerías medía unos siete metros y medio de frente por 23,41 de fondo. Lindaban en su parte izquierda con unas casas pertenecientes al vínculo de Luis Pacheco, que en ese momento disfrutaba doña Isabel Pacheco Pérez de Ledesma y por la otra con la casa de uno de los vínculos que en ese momento gozaba don Juan Agustín Álvarez Maldonado. Su trasera, lindaba con unos corrales de las casas del marqués de Espeja y de doña Francisca Javiera de Jaque. 

El citado marqués, don Francisco Agustín del Águila Osorio Centeno Herrera y Chaves, era el único miembro de la alta nobleza que en ese momento residía en la ciudad, donde predominaba la baja nobleza. Ostentaba los títulos de: alférez mayor de esta ciudad, señor de las villas de Payo, llamado en ese momento Payo de Valencia, y de Espeja, regidor perpetuo de la ciudad y alcaide de Ciudad Rodrigo y su castillo. 

Contaba con numerosas posesiones en la ciudad, algunas de las cuales se citarán en este mismo artículo por estar ubicadas en la Plaza Mayor. Otras, como el palacio de los Águila, la que era su vivienda principal, serán tratadas en los siguientes. 

Pero prosigamos con los edificios que en este momento se ubicaban en la Plaza Mayor, como las conocidas como Casas del Principal, que anteriormente habían servido como Peso Real, y en ese momento eran ocupadas por la guardia principal de la tropa que guarnecía la ciudad. Medían de frente algo más de 14 metros y lindaban al norte con el corral de la casa de uno de los mayorazgos del mencionado marqués de Espeja y por el este con la misma casa, al lado oeste con las carnicerías.

Casa del Marqués de Cerralbo
Uno de los edificios que aún perdura, aunque con alguna modificaciones, es la casa del Marqués de Cerralbo, conocida en la actualidad por albergar la farmacia de Abarca. En ese tiempo era propiedad de Vicente de Moctezuma Nieto de Silva y Guzmán, marqués de Cerralbo y Almazara y conde de Alba de Yeltes. Sin duda, uno de nobles con mayor relevancia de cuantos tenían propiedades en la ciudad, aunque no residía en ella, sino en Madrid. 

Esta vivienda es sin duda uno de los edificios más destacados de la Plaza Mayor, cuya renta ascendía a 500 reales al año. Una cantidad nada desdeñable para la época, que seguramente se alcanzaba, más que por su tamaño, por su privilegiada ubicación. En esa época aún no contaba con la terraza superior con la que cuenta en la actualidad. 

Otro de los edificios que aún destacan en la Plaza Mayor y que era propiedad del concejo es la antigua cárcel Real de la que era alcaide el conde de Aba de Yeltes [4], de quien trataremos más adelante. La cárcel fue construida en 1580, aunque posteriormente reconstruida en 1791, sobre el solar donde se ubicaban unas casas de la nobleza mirobrigense. 

En la parte baja del edificio, hoy ocupada en parte por un establecimiento de hostelería, se ubicaban las antiguas mazmorras de la cárcel. Desde sus balcones la corporación municipal observaba los toros en carnaval, ya que entonces el montaje del coso se realizaba a este lado de la Plaza. Lindaba a su izquierda con un corral del taller de madera y al frente con la calle que salía desde la Plaza y conducía a la capilla del marqués de Cerralbo, actual Cardenal Pacheco.  

Antigua Audiencia a principios del siglo XX

El mencionado taller de madera, medía algo más de 14 metros y medio de frente por casi 11 de fondo y lindaba al sur con el corral de la cárcel, al norte con una casa, propiedad de don Thomas de Alba, y otra de Juan Rodríguez. Su trasera, daba al corral del ya citado marqués de Espeja. Junto al él se 

También por esta zona de la Plaza se ubicaba el Peso Real, con una longitud de 10.87 metros de frente y 6.26 de fondo. Limitaba, además de con el mencionado taller, con la casa de don Thomas de Alba.  

Como quizá se haya podido observar, el artículo se centra en los edificios ubicados en el ala izquierda de la plaza, esto sucede porque es en esta parte donde se ubicaban los edificios públicos y las casas de la nobleza, siendo la parte opuesta, viviendas propiedad de personas menos relevantes. Si nos fijamos, aún se puede observar como, mientras los edificios de la izquierda están construidos completamente de piedra, los del otro ala, solo suelen tener de este material su parte baja. Estética que desde el ayuntamiento se pretende mantener para que la Plaza no pierda su carácter.

Por mencionar aunque sea uno de los edificios ubicados en la parte derecha, citaremos el que en la actualidad acoge una hospedería turística y un negocio de restauración, en la antigüedad perteneció a los monjes de la Caridad, por una curiosidad relacionada con nuestro carnaval. Como ya se ha dicho, antiguamente el coso taurino se montaba en la parte más baja de la Plaza, y gracias a documentación histórica, se sabe que, al menos desde el siglo XVII, el portal por el que hoy se accede a este edificio y el kiosko de prensa anexo, eran un callejón sin salida y servía como toril o chiqueros durante la fiesta grande, el Carnaval del Toro. Este uso del callejón provocó diversos pleitos durante el siglo XIX entre algún vecino y el ayuntamiento, hasta que, finalmente en 1906 se cambió la ubicación del coso taurino a la parte superior de la Plaza Mayor, instalándose los toriles en el ala derecha del ayuntamiento.  



[1] GARCÍA DE CORTÁZAR, José Ángel: Del silencio de la Cartuja al fragor de la orden militar, 2010, pp. 216-217.
[2]
Apuntes libros parroquiales. Bautismos de 1665 a 1693. 
[3] SÁNCHEZ TERÁN, Jesús: Tierra Charra, Núm. 100, 1 de septiembre de 1929, pág. 2.
[4] Archivo Histórico de la Provincia de Salamanca, sección Catastro del Marqués de la Esenada, 208/793, fo. 1336 r.v.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Termas públicas en Ciudad Rodrigo: Los Baños abovedados de San Albin

En la antigüedad coexistieron dos tipos de instalaciones balnearias: las termas, o grandes baños públicos, y los balnea, instalaciones privadas de dimensiones considerablemente menores que las termas.  En Occidente, a partir de los siglos V y VI solamente consta la existencia de los balnea, normalmente asociados a las élites eclesiásticas. En la península ibérica parece haberse producido una ruptura entre la tradición termal de la Antigüedad y la Edad Media. Los baños más antiguos que se conocen en la España cristiana los mandó edificar Alfonso III a comienzos del siglo X en la ciudad de Zamora, seguramente inspirados en en los modelos islámicos, pues fueron construidos por mozárabes procedentes de Toledo.  Durante el siglo XII, los monarcas cristianos levantaron numerosos baños públicos en las ciudades que fundaban en la mitad norte peninsular, que con frecuencia eran cedidos a los concejos o a la iglesia, pues estos establecimientos constituían una sólida fuente de ingresos

Leyenda de Ciudad Rodrigo: La Historia de La Coronada

Marina Alfonso, una respetada dama mirobrigense perteneciente a la influyente familia de Los Pacheco, es el personaje central de esta historia. Los documentos de la época nos revelan que era una mujer de notoria belleza y virtud, cualidades que atrajeron la pasión de un rey español que visitó la ciudad. Este monarca se obsesionó con derribar la virtud de Marina, pero ella, firme en su honor, rechazó sus avances reales e ignoró sus amenazas. El rey, inicialmente, intentó seducirla con encanto y elogios, pero ante la firme negativa de la joven y su falta de costumbre a la resistencia, recurrió a amenazas poderosas, insinuando que la familia de Marina podría sufrir su ira. Consciente del peligro que acechaba a su familia, Marina buscó refugio en las páginas de un libro titulado "Máximas del Evangelio, y resumen de la moral cristiana", donde encontró estas palabras sabias: " Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatele; quiere decir, si lo que te es más apreciable y de mayo

IRUEÑA, una joya arqueológica aún por explorar

Teniendo en cuenta que solo se puede amar aquello que se conoce, desde  Lancera de don Julián  queremos aportar nuestro granito de arena para dar a conocer esta joya vetona, pues conocerla resulta un requisito esencial para que en yacimientos ubicados en medios rurales, como es el caso del castro de Irueña, se puedan desarrollar las estrategias de investigación, protección y difusión que merecen.  Los vetones fueron los habitantes prerromanos de las tierras situadas por el Sistema Central, ocupando prácticamente la totalidad de la provincia de Ávila, buena parte de las de Salamanca y Zamora, el sector oriental de la provincia de Cáceres, el occidente toledano y la zona del noroeste portugués.  Algunos historiadores romanos, como Livio y Apiano, los presentan como un pueblo de vida sobria y carácter guerrero que participaba en los continuos enfrentamientos bélicos, junto al resto de pueblos celtíberos, durante los dos primeros siglos de la conquista romana.  Los castros son núcleos fo