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Paseo por el Ciudad Rodrigo de 1750. Parte II: La fortificación

Continuamos con el recorrido por el Ciudad Rodrigo de 1750. En este paseo nos centraremos en una de las características que más representa a la ciudad, su fortificación.

Hay que destacar que en esa época, la ciudad contaba con una importante población militar. A pesar de ello, no contaba con ningún cuartel militar como tal, sino que la tropa se alojaba mayoritariamente en  cuatro casas particulares pertenecientes a diversos nobles, de las que, por sus amplias descripciones, trataremos en otra ocasión. 

Antes de comenzar el paseo, veo importante resaltar que en esta época Ciudad Rodrigo era sede de la Intendencia provincial y de la Contaduría de Rentas y, por lo tanto, ejercía como capital de la misma. En el "Departamento de El Bastón de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Ciudad Rodrigo", más conocido como Libro del Bastón, fechado en 1770, se recoge: 

Esta [provincia] está dividida en dos departamentos, el uno de Ciudad Rodrigo y el otro de Salamanca. El de Salamanca es el de mayor extensión por tener además de los pueblos de sus cuatro cuartos, agregados los partidos de Alba de Tormes; Barco; Béjar; Ledesma; Miranda del Castañar; Mirón; Montemayor; Piedrahita; Salvatierra, con muchas villas eximidas territoriales de ellos, y su Corregidor es Subdelegado de Rentas. 

El de Ciudad Rodrigo de que se va a tratar, únicamente comprende los pueblos de los cinco Campos de su Tierra, y algunas villas eximidas; pero como esta ciudad es capital de la provincia, declarada por su Majestad. Reside en la misma, cabeza de este partido, el intendente y oficinas provinciales de la Real Hacienda, cuales son contaduría de Rentas, Única Contribución, Administraciones generales de Rentas provinciales y Aduanas. 

El mismo Vereterra, intendente provincial, encargado de llevar a cabo la difícil tarea del Catastro,  refiriéndose a Ciudad Rodrigo, escribió en una carta fechada a 5 de agosto de 1751 y dirigida a Batholomé Phelipe Sánchez de Valencia, Secretario de la Real Junta de Única Contribución y uno de los directores generales de Rentas: habiendo concluido enteramente la operación de esta Ciudad, como ya dí aviso a V.S. en carta de oficio, y considerando será acaso la primera Capital que se ha finalizado...

Vereterra solicitó un informe sobre el sistema defensivo de la ciudad al ingeniero Antonio Gaver. Será gracias a este informe por el que podemos dar nuestro paseo. 

El citado ingeniero se refirió al sistema defensivo como inútil fortificación antigua, construida y reparada en diferentes tiempos y distintas materias de mampostería de cal y canto, parte de sillería y tapial. A pesar de tratarse como bien dice Gaver de una plaza de primera atención por estar próxima a la frontera con Portugal y tener su frente las plazas de Almeida, Piñel, Castelo Rodrigo y otras. 

Las murallas que habían sido bastante más altas y estrechas en su origen, habían sido rebajadas en altura y ensanchado su adarve en 1710, cuando se dejaron de nueve varas de altura y dos y medio de anchura, que corresponde a unos siete metros y medio por poco más de dos metros de ancho. Fue entonces cuando se sustituyeron las almenas que poseía la muralla y se crearon las cañoneras tras la ampliación del adarve para facilitar el paso de los cañones. Además, se había construido todo el sistema de fosos y baluartes.

Maqueta Obra de Alberto Mateos Jurado / Muralla y Puerta del Conde antes de la reforma de 1710

Según Gaver, la mampostería de la zona de la muralla que da frente al río y a poniente, necesitaba un total reparo y los muros exteriores de esas mismas zonas, ser repellados con buena mezcla para su conservación. 

Aunque en el tiempo antiguo había diferentes puertas que son bien tapiadas, solo al presente existen para el comercio la de Santiago, Colada y del Conde. Al parecer, todas ellas, excepto la de Santiago, tenían tanto sus bóvedas como las puertas que las cerraban en buen estado de conservación. Dos ellas, la del Conde y la de Santiago, contaban además con puentes levadizos, aunque ambos sin poder lebantarse por lo que necesitan recomposición.

Maqueta Obra de Alberto Mateos Jurado / Puerta del Conde con puente levadizo

En esos momentos, la muralla contaba con seis cuerpos de guardia y haremos un pequeño recorrido por cada uno de ellos. 

El cuerpo de guardia de la Puerta del Rey, hoy desaparecido al igual que la puerta que le daba el nombre, se hallaba arrimado al terraplén y, al lado de la primera tapia, llamada del Rey. Es de toda mampostería en bruto, tiene catorze baras de largo y ocho [varas] y un pie de ancho. Su piso debe pedrarse, el tablado hazerse de nuevo y correr su tejado. 

Del cuerpo de guardia ubicado en la Puerta de Santiago, también hoy desaparecido, dice: al entrar, y a la derecha de la puerta de Santiago, que mira al río, ay un cuerpo de guardia de buena mampostería; tiene de largo diez [varas] de largo y ocho de ancho. Por la parte interior, su porche cubierto capaz, a lo largo del techado que es de rollizos pero en buen estado, aunque una de las vigas se mantiene por una tornapunta. Su piso necesita empedrarse; los tablados quasi inútiles, deben enlucirse sus paredes interiores, las que tienen de alto por esta parte cinco varas, disminuyendo a tres y dos pies. A un lado está el quarto del ofizial, de quatro varas y dos pies de largo y tres baras de ancho con su chimenea, todo en buen estado. 

El cuerpo de guardia de la Puerta del Sol, que en ese momento estaba tapiada, se hallaba situado junto a la escalera que sube a la muralla e inmediato a dicha puerta, que hoy se halla tapiada, pegado al terraplén de la muralla; es de buena mampostería; tiene de largo doze varas y dos pies de ancho por su interior; necesita ponerse el piso de empedrado, rebocar sus paredes interiores y recorrer el texado. 

Maqueta obra de Alberto Mateos Jurado / Puerta del Conde antes de la reforma de 1710

El cuarto cuerpo de guardia estaba ubicado junto a la puerta del Alcázar. Cerca de la contra escarpa del castillo por la parte de su puerta, sus paredes [son] de buena mampostería; tiene de largo onze baras, incluyendo el quarto del oficial, y de ancho por su interior, cinco baras. Los techos [son] de rollizos y tablas y están cubiertos con tejas, se encuentras bien tratados, aunque se necesitan recorrer los tejados. El quarto del oficial tiene dos pequeñas ventanas de un pie en quadro, pero sin puertas. Su chimenea desecha, se la deven poner dos sillares en el fogar; la puerta no tiene zerradura ni llabe, se le debe poner. El cuerpo de guardia tiene la chimenea frente a la puerta, a la correspondencia de la ventana, se le debe poner un reparo para defenderla del aire; la puerta de dicho cuerpo de guardia está maltratada, se le debe reparar y ponerle zerradura y llave.

El de la Puerta del Conde, situado a diez y ocho varas de la testa de la capilla de San Ysidoro (hoy desaparecida). Bien construido, de catorze baras de largo y seis de ancho. Su frente incluye el quarto del oficial de siete varas de largo (5.8 m.) y un pie de ancho, muy bien acondicionado su piso y techo. Las chimeneas de una y otra parte en un mismo cañón; el tejado prosigue para cubrir las armas; al lado del pasaje de la puerta está un pequeño repuesto de pólbora, enzima de él una piedra, cuya inscripción tiene lo siguiente: 

"Reinando en España Phelipe Quinto, siendo gobernador militar y político de esta ciudad y sus fronteras el Mariscal de Campo don Pedro Borras desde quatro de octubre de mil setecientos y siete, que se restauró, se hicieron estas bóvedas, las de la Puerta del Rey, Puerta del Sol, rebajo de las murallas, terraplén, parapetos, toda la obra exterior con la calzada, puente nueba de San Phelipe y cuerpos de guardia en todo el rezinto, año de mil setecientos y diez".

Salida de la Puerta del Conde, a finales de s. XIX o ppio. del XX

Por último, el cuerpo de guardia de la Colada, construido en la debida forma, de onze varas de largo y, por la parte interior, seis de ancho, incluyendo el cuarto del oficial situado en su extremo. Siegue a poco trecho la puerta de la Colada, con su pórtico y pasage de buena sillería y saliendo de éste, subiendo a la ciudad, queda un espacio de calle de diez baras (8.36 m.) de ancho y, de una y otra parte, elevados unos muros de buena sillería, con cinco contrafuertes, que todo hacen treinta y seis baras (30.09 m.) de largo, en cuyo extremo se ven las impostas y arranques de los arcos para formar otro pórtico; manifiéstanse dos órdenes de reducidas ventanas de poco más de bara en quadro, intermedias a los contrafuertes o estribos de una bara y medio pie de ancho. Fue obra empezada para formar quarteles de una y otra parte, capazes para dos batallones y caballerizas para cien caballos. Y en atención de haberse hecho presente a S.M. (Su Majestad) lo preciso que es el construir quarteles a esta plaza, tanto para la comodidad de la tropa como asimismo para escusar los alquileres y continuos reparos de las casas, que actualmente sirven a este fin, y que en dicha representación se han propuesto los parajes más cómodos para el intento se omite el referirse. 

Castillo y exteriores de la Puerta de la Colada


Sobre el antiguo castillo, Gaver afirma en el informe: Se reduze a una torre cuadrada contigua a la puerta de la Colada y unido con la muralla de la ciudad que haze frente al río; tiene por lado veinte y una baras y de alto treinta y cinco. Sus muros son de sólida y buena mampostería, de seis baras de grueso, incluye tres bóvedas góticas o apuntaladas, a la puerta de la bomba. La primera servía de almazén de pólvora y, aunque sin ventilación, se conservaba este género; en las demás, se guardaban distintos géneros de artillería. Le circuye una muralla, cuyo frente por la parte de la ciudad es de setenta varas con reducidas torres quadradas a lo antiguo, y arrimados a ésta unas habitaciones, únicos almazenes de esta plaza y, entre ellas, una pieza que sirve de actual sala de armas, puestos todo costo sus estantes o armeros, en donde con comodidad de guardan hasta tres mil quatricientos setenta y siete que han de pasarse, a la armería del referido arsenal, siendo preciso conservar este castillo, y sus habitaciones, para servir a diferentes fines y de que en interin se resulta S.M. fortificar esta plaza pueda servir de algún asilo a la tropa en caso de irrupción. 

En referencia al mencionado almacén de pólvora, el cabildo seglar, temiendo del posible estrago de un rayo, expuesto a esta contingencia el almazén en donde antes se tenía la pólvora, en el castillo antiguo, edificó otro a su costa extramuros hacia levanta, distante un quarto de legua, construido de muy buena mampostería, llamado vulgarmente El Barracón; tiene de largo nuebe varas y dos pies, y de ancho quatro y un pie; puede contener seis mil quintales de pólvora puestos con el debido orden. Está rodeado de una muralla y enfrente un cuerpo de guardia para su mayor seguridad y resguardo. Cabe mencionar que este almacén explotó el 14 de diciembre de 1809, sobre las 10 u 11 de la mañana, después de haberse incendiado varias guarniciones y pólvora, lo que provocó la explosión del repuesto de pólvora, bombas y granadas que allí se guardaban. En esta explosión fallecieron tres personas: Tiburcio, Francisco de la Cruz y Antonia Curto, una lavandera que en aquel momento bajaba hacia el río por la calle de la Colada. 

Pero volvamos a 1750, cuando en la misma plaza del Castillo se ubicaba el almacén de paja, arrimado al terraplén de la muralla, ocupando el terreno de quinientas quarenta y seis baras superficiales. Tiene de largo treinta y seis [varas] y dos pies y de ancho quince y un pie. Su altura por la parte del vertiente, tres varas y dos pies y medio. Son sus paredes de tapia de tierra, necesita renovar quasi todo su texado, ponerle una puerta nueva por estar inútil la que oy existe y es en donde se guarda la paja para el consumo de los caballos del destacamento. 

Sin duda, los almacenes eran una parte muy importante para la ciudad en aquel momento. El de madera, consistente en una quadra al primer piso, de quarenta y ocho varas de largo y beinte y cinco de ancho, con paredes de buena mampostería. Estaba arrimado al terraplén y unido con el hispital de la ciudad, llámase de las Comedias porque en él se representaba [se refiere al de la Pasión, que servía tanto para los mirobrigenses de pie como para la guarnición]. Ocupa el espacio de mil varas superficiales quadradas, cubierto de teja bana, actualmente tiene porción de madera de diferentes dimensiones, destinada para obras de fortificación; es propio de la cofradía del referido hospital, quien tiene tomado posesión en virtud del Real Decreto, el que haze notable falta para conservar diferentes utensilios nezesarios a la curazión de enfermos. De los hospitales con los que contaba la ciudad en ese momento, se tratará en otro artículo de esta misma serie. 

Terminaremos el paseo en una casa situada en calle del Lirio que servía de cuartel de artillería. Estaba compuesta de dos plantas y medía de frente onze varas y, de fondo, treinta y tres; linda por levante con calle pública, frente, la portería del convento de San Agustín, por poniente, con dicha calle del Lirio, donde tiene su puerta principal; por mediodía, con la casa de don Antonio Fernández de Castro y Lila, y por el norte, con otra de don Antonio Joachín de Mercado y Cueto, la que es propia de don Joaquín Arias, por los mayorazgos que goza, sin que hasta el presente se le aya satisfecho renta alguna por parte de la Real Hazienda. 


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