Ir al contenido principal

¿Mirobrigenses o Valutenses?

La historia romana de la provincia de Salamanca es un frágil relato que, seguido a través de las pistas que han perdurado a través de los siglos, aún representa un gran reto de investigación. Se sabe que dentro de la actual provincia de Salamanca había cinco núcleos urbanos: Salmantica, la actual Salamanca; Bletisama, ubicada en la actual Ledesma; Miróbriga, la cual se dio por hecho que es Ciudad Rodrigo aunque sin ninguna prueba de que esto fuera cierto, como se verá más adelante; y Valuta y Políbeda, las dos grandes desconocidas y olvidadas. 

La aparición en Ciudad Rodrigo de varios términos augustales con la inscripción Miróbriga, indujo a referirse a la ciudad con ese nombre. Dicho topónimo, aparece también en los términos augustales hallados en Ledesma y en Yecla de Yeltes, en este último con el gentilicio Mirobrigenses. Es cierto que estos hallazgos hacen evidente la existencia de una ciudad llamada Miróbriga en la provincia salmantina. Sin embargo, no demuestran en absoluto que Miróbriga sea la actual Ciudad Rodrigo. Su ubicación, al igual que la de Valuta y Políbeda resultan aún un misterio que espera ser descubierto. 

Antes de ahondar en el tema, comenzaremos hablando de las tres columnas de Ciudad Rodrigo, de las  que existen diversas teorías sobre su origen. Dichas hipótesis, van desde que hacían la función de mojones divisorios entre las ciudades imperiales; que eran simples columnas monumentales que quizá rememorasen algún hecho digno del recuerdo; o que formaron parte de un desaparecido templo romano, teoría por la que personalmente me inclino.

Es probable que en la época de la repoblación de Fernando II,  las tres columnas, uno de los pocos restos que quedaban en pie tras la dominación romana, llamaran la atención de nuestros antepasados y, por ello, las eligieran como escudo de armas de la ciudad. Aunque es muy difícil precisar la fecha desde la cual las Tres Columnas son el blasón de Ciudad Rodrigo, lo que sí es cierto es que forman parte del escudo de armas, al menos desde su repoblación en el siglo XII. 

En el archivo del cabildo de la villa existió una escritura de concordia entre los clérigos y seglares de la ciudad con respecto a su gobierno, conocida como fuero eclesiástico de Ciudad Rodrigo. Dicho pergamino, que desapareció tras la invasión francesa, estaba fechado en los últimos años del reinado de Fernando II de León y en él, según Cabañas, quien aún pudo verlo con sus propios ojos, aparecían tres sellos de cera: Uno perteneciente al obispo, Leonardo; otro que tenía las tres columnas, armas ya de la ciudad; y un tercero perteneciente al cabildo, que también usaba ya las tres columnas. 

Existe otro importante pergamino en el archivo de los Sánchez Arjona, se trata de un documento del siglo XVI que describe el original fechado en 1290. Se trata de una escritura en la que se describen los sellos que contenía el documento original, en uno de ellos, se representaban las armas de la çibdad que son tres pylares. Estos documentos demostrarían por lo tanto, que las tres columnas formaban el blasón de la ciudad ya desde la época de la repoblación por Fernando II. 

El primer lugar del que se tiene constancia en el que estuvieron alzadas las columnas, es decir, antes de 1557, fue a la parte izquierda del ayuntamiento según este se mira de frente. Hasta ese momento, las columnas estaban separadas entre sí, sin ningún tipo de cornisamento que las coronase, por lo que quizá debían lucir más esbeltas. Con motivo de la construcción de las ya desaparecidas Carnicerías en 1557, las columnas fueron trasladadas a la parte opuesta del consistorio, junto a la también desaparecida iglesia de San Juan Bautista. 

Vista de las Tres Columnas junto a la iglesia de San Juan. Foto: Pazos

Según el historiador del siglo XVI Antonio Sánchez Cabañas, cuando las columnas fueron desmontadas para su traslado, aparecieron dos hitos bajo su base. A pesar de encontrarse bajo tierra, al ser conscientes de que contenían alguna inscripción, se dio aviso al consistorio, quien mandó que el preceptor de gramática Silva, explicase lo que ponía en la inscripción. En dicho acto se encontraba también el regidor don Antonio Cáceres Pacheco quien era un gran conocedor de la lengua latina.

Al ser consciente el consistorio de la importancia histórica del hallazgo, según Cabañas, una de las piedras fue llevada, y reaprovechada como pila de agua bendita, a la iglesia de San Juan Bautista. La otra, como se encontraba muy desgastada, se le ordenó al maestre Silva que transcribiera la inscripción, con los mismos puntos y notas ortográficas, a otra piedra nueva. Esta última, fue colocada sobre las columnas, a modo de cornisamento en la nueva ubicación. Como conmemoración de ese momento, se colocó otra piedra nueva con la siguiente inscripción: 

“REGNANTE FILIPIO II HAS COLUM
CUM INSCRIPS ABIMA BASS
REPERT HIC AUGUSTOBRIGA
INSTAURAND. ANNO
MDLVII”

La traducción es la siguiente: Reinando Felipe II, Augustóbriga (El Concejo de Ciudad Rodrigo), dispuso que estas columnas junto con la inscripción hallada debajo de su base fuesen de nuevo erigidas en este lugar, año 1557 [1].

Ahora bien, la piedra augustal que según Cabañas fue descubierta en 1557 y llevada a la iglesia de San Juan, hoy podemos saber que ya formaba parte de la pila bautismal de la citada parroquia mucho antes de esa fecha. De ella hace mención el humanista flamenco Iohannes Vasaeus, que fue profesor en Salamanca desde 1552, en su obra Chronici rerum memorabilium hispanae, publicada en 1552 [2]. Esto nos hace desechar la afirmación de Cabañas de que el hito de San Juan apareciese bajo las columnas en 1557. Probablemente se encontrase allí desde la misma construcción de la iglesia, a inicios del proceso repoblador de la ciudad. 

Otra de las afirmaciones de Cabañas que hoy muchos rebatimos, es la aseveración de que las columnas forman parte de los términos augustales. Es posible que, por creer que ambas piedras aparecieran en su base, diera por hecho que las columnas formaban parte de los términos augustales. Es decir, que los hitos y las columnas formaran un conjunto y no se tratase de cosas distintas e independientes. De lo que ningún especialista parece dudar es de que la datación de estas piedras corresponde al año 6 d.C. en plena época del emperador Augusto, misma fecha a la que corresponden el resto de hitos hallados en la zona: Ledesma, Traguntía, localidad en las cercanías de Vitigudino, e incluso en la vecina región portuguesa Indaha a Velha. 

Hay que incidir en que Cabañas, al transcribir la piedra que en su época se hallaba en la iglesia de San Juan, puso un punto que dividía la palabra VALUT (VA.LUT), este error, unido a que el resto de historiadores de siglos posteriores se limitaron a basarse en dicha transcripción, provocó que durante siglos quedase oculto el nombre de otra ciudad, en ese momento aún desconocida y de la que trataré más adelante: VALUT. 

Llegada la segunda mitad del siglo XIX, el epigrafista alemán Emil Hübner se encontraba realizando su famosa compilación de epígrafes aparecidos en la Península Ibérica. El 15 de octubre de 1861, desde Alemania, dirige una carta a su amigo Aureliano Fernández-Guerra y Orbe, anticuario de la Real Academia de la Historia - en adelante RAH-. En ella le pide que compruebe si en Ciudad Rodrigo aún existían tres columnas a las que hacía mención un viejo manuscrito que había podido leer en la Academia tiempo atrás. Al parecer, dichas columnas conservaban unas inscripciones romanas de gran importancia. En la carta, también hace referencia a otras inscripciones romanas que, según el antiguo manuscrito, se encontraban en diversas ubicaciones de la ciudad y tenía la esperanza de que la Academia tuviera los medios de averiguar su paradero. Se refiere a una que servía de pila de agua bendita en la catedral, en el cuerpo de la iglesia, detrás del coro, muy gastada [3], otra que se encontraba dentro de la casa de los Chaves, en la torre que sale a la Rúa, sobre el lienzo de la pared del jardín, junto al pasadizo, y otra en la portería del convento de San Francisco.

A raíz de dicha carta, la RAH comienza una serie de pesquisas para averiguar todo lo relacionado con esas columnas y las inscripciones que contenían. El 11 de noviembre de ese mismo año, contactan con el ayuntamiento de Ciudad Rodrigo. En ese momento era alcalde Juan Arias Girón, quien el día 23 indica a la Academia que, debido a la altura del monumento, le resulta de gran dificultad llegar al cornisamento, por lo que se limitaba a enviarles un dibujo de las columnas hecho a escala. Del resto de inscripciones, no había logrado localizar ninguna, seguramente debido al bombardeo de los franceses que había reducido a escombros los principales edificios de la ciudad [4].

Con gran pesar, el anticuario de la RAH informa al epigrafista alemán que, aunque las columnas aún existían, no había sido posible armar un andamio para sacar los calcos de las inscripciones latinas [5]. En la misma carta le informa de la reveladora aparición de otras dos inscripciones halladas al abrir los cimientos del seminario de Ciudad Rodrigo, de los que le envía los calcos. Una de ellas, estaba dedicada al emperador Septimio Severo.

Sin darse por vencidos, a finales de 1862, en nombre de la RAH se requiere al alcalde de Ciudad Rodrigo que, a la mayor brevedad posible, haga llegar las reproducciones de las inscripciones de las columnas. El cometido no debió de resultar fácil al alcalde mirobrigense, quien, tras disculparse por la demora, responde a finales del año siguiente cifrando los gastos en 243 reales. Dichos gastos fueron enseguida restituidos por la Academia al ayuntamiento. 

En una carta que el anticuario envía a Hübner, fechada el 31 de diciembre de 1864, hace referencia a Ciudad Rodrigo de la siguiente forma: "La ciudad que usted en el Corpus inscriptionum llama V…, no cabe ya género de duda que tuvo el nombre de Valut(a?) y debe ser la que los árabes dijeron Al-bilala; como también, que Miróbriga confinaba con otra denominada…. polibeda. Por fin han venido a la Academia los calcos, bastante bien hechos. He aquí las inscripciones. 


Yo interpreto el VAL último como indicador del sitio en que arrancaba el término de Valuta.
La siguiente es de Traguntia, partido de Vitigudino. 

A esta inscripción hallada en Traguntia, hace referencia Hübner, en una carta fechada el 1 de febrero de 1866. Lo hace de la siguiente manera: Dígame usted si cabe duda alguna de las siguientes letras. En el segundo renglón debe haber estado el nombre de una de las muchas Miróbrigas o Meróbrigas, o de Cesaróbriga. Otro nombre en ...róbriga yo no conozco en España, pero el nombre de la otra ciudad, para mí es del todo nuevo. ¿Qué me dice usted sobre esta ...políbeda, que recuerda los nombres de Idubeda, Orospeda, Ubeda y otros semejantes? [...] Si usted no tiene inconveniente, mucho le apreciaría si me puede enviar los calcos; no tiene más que entregarlos con mi seña al Sr. Barón de Werthern, nuestro Ministro en Madrid, persona muy amable. Y sobre todo quisiera ver el calco de la famosa lápida de Ciudad Rodrigo, con la población de VALUTa de quien me habla usted en la misma carta...[6]

El epigrafista alemán, tras estudiar los calcos de las inscripciones mirobrigenses, el 24 de abril de 1866, escribe una carta al anticuario de la RAH. En ella le hace saber que dichas inscripciones confirman algo que él llevaba mucho tiempo sospechando, la piedra que se halla en el cornisamento de las columnas es la copia del siglo XVI. Sin lugar a dudas, se trataba de la reproducción que en el año 1557 se había grabado y colocado en el cornisamento junto con la conmemorativa del acto. 

Habían transcurrido unos años cuando el anticuario de la RAH remitió un informe en el que descartaba que Miróbriga se encontrase en Ciudad Rodrigo. Sí creía sin embargo, que allí hubiese existido un municipio romano, se trataría de la desconocida Valuta. Las inscripciones halladas al abrir los cimientos del seminario de Ciudad Rodrigo, de que mandé los calcos a V. hace algunos años y donde aparece el pueblo dedicante, solo con la inicial V., me hace reducir la moderna Ciudad Rodrigo a una población ibérica denominada Valuta, y creo que pueda ser quizá la capital del desconocido clima Albilalta Belata mencionado por el Nubiense...[7] Según el anticuario llegará el día en que algún experimentado español o extranjero supere la altura de los 8 o 9 metros de las columnas y en papel o plomo saque un calco de esos 6 caracteres no bien leídos y nos resuelva el problema [8].

Pero dejemos, al menos de momento, la correspondencia entre el anticuario de la RAH y el epigrafista alemán Emil Hübner para proseguir con los avatares sufridos por las Tres Columnas. Tras lucir 346 años en la parte derecha del ayuntamiento, una vez más, parecen resultar una molestia para el ayuntamiento que, en 1903, pretendía derribar la antigua iglesia de San Juan para construir en su solar una ampliación del ayuntamiento. Estaba previsto que este ala, ubicada a la derecha del antiguo edificio, debía servir a la vez como oficinas del consistorio y como escuelas. 

Parece ser que desde hacía ya bastantes años, a algún alcalde mirobrigense se le había ocurrido la vergonzosa idea de establecer en ellas (las Tres Columnas) un mingitorio, convirtiéndose en un verdadero foco de infección. Desde el semanario La Justicia, llegan a pedir en 1902 que al menos se las cercase aunque tan solo fuere con una ligera chapa de hierro para evitar los espectáculos que en pleno día presencian todos los vecinos de la Plaza Mayor [9].

El 14 de noviembre de 1903, en una sesión Municipal presidida por Luis de Taravilla, se acuerda que para dejar libre la entrada principal del nuevo edificio, las columnas serían trasladadas a otro lugar. La forma en que se debía llevar a cabo el derribo de las armas de la ciudad fue tratada en una sesión municipal. El concejal, señor Guitián, obviando la necesidad de la instalación de un andamio respondió: a mi juicio no se escalabrarán puesto que son piedras en tosco que no tienen inconveniente en tirarse y pueden reponerse y ser sustituidas por otras cualesquiera, sin detrimento histórico [10].

Tan solo 14 días después, el sábado 28 de noviembre, dio comienzo el derribo de la primera columna que, a pesar de las numerosas quejas, fue retomado el lunes siguiente. La forma en la que fueron tratadas las armas de la ciudad fue verdaderamente vergonzosa. Fueron simplemente tumbadas con ayuda de unas cuerdas que se ataron al fuste de cada columna, lo que provocó irreparables daños tanto en los tambores como en algún capitel.

Ayuntamiento en obras, Foto fechada entre finales de 1903 y 1906

Una vez derribadas, sus piedras estuvieron desparramadas y olvidadas durante casi 19 años. Primero diseminadas a la salida de la Puerta del Conde, en la zona conocida popularmente como El Registro y después vergonzosamente ignoradas junto a la entrada principal de las escuelas graduadas de San Francisco [11], donde, al parecer, servían de pesebre para los burros de los comarcanos que visitaban la ciudad.

Llegado ya el año 1922 y siendo alcalde don Abelardo Lorenzo Briega, la corporación municipal acordó que las Tres Columnas, blasón de la ciudad desde hacía siglos, fueran erigidas de nuevo. Aunque en un primer momento se pensó hacerlo en la Plaza Mayor, al fin se optó por alzarlas junto a la Cañería Grande y el Árbol Gordo. Las obras serían sufragadas con el dinero obtenido en 1910 de la venta de medallas conmemorativas de El Sitio [12].

Aunque comenzaron a erigirse a finales de noviembre de 1922, la reconstrucción del monumento no se finalizó hasta principios del año siguiente. Una vez terminada la obra, se advirtió de la disminución en la altura de las columnas, que habían disminuido su esbeltez original. En lugar de los siete tambores de altura con los que siempre había contado cada columna, contaban únicamente con seis. Se desconoce el motivo, aunque seguramente alguno de los tambores fuera dañado en el polémico derribo y el resto terminasen en alguna escombrera.


Sin embargo, durante este alzamiento, tuvo lugar un misterioso hallazgo. Revuelta entre las piezas que formaban las tres columnas apareció una importante piedra. ¿De dónde había salido? Al preguntar por ella a los obreros, que casualmente eran los mismos que las habían derribado 19 años antes, todos coincidían en afirmar que ninguno había visto antes aquella piedra ni se explicaba de dónde había salido. Lo único que sabían es que no era de la base, ni del fuste, ni del capitel, ni del cornisamento de las columnas. ¿De qué piedra se trataba entonces? La historia nos habla de tres piedras:

1º) La que se encontraba como pila de agua bendita en la parroquia de San Juan, que fue transcrita en el siglo XVI por el historiador Cabañas para plasmarla en su Historia Civitatense:

IMP. CAESAR.AVG.PONTIF
MAXIM.TRIBVNIC.POTES
TAT.XXVIII.COS.XIII
PATER.PATR.TERMINVS
AVGUVST.INTER.MIRO
BRIG.VAL.VT.ET.SAL
MANTIC.VAL

Lo que significaría: El emperador César Augusto, pontífice máximo, tribuno por vigesimoctava vez, Cónsul por la décima tercia y padre de la patria fijó los términos augustales entre Miróbriga, Valut, Salamanca y Ledesma.

2º) La que, por estar tan desgastada su inscripción, fue transcrita a una nueva.

IMP.CAESAR.AVG.PONTIF.MA
XIM.TRIB.POTEST.XXVIII
COS.XIII.PATER.TER
MINVS.AVGVST.INTE.MIRO
BRIG.VAL.VT.BLETIS.VAL

Que significaría: El emperador César Augusto, pontífice máximo, en su vigésimo octava potestad tribunicia, cónsul por décima tercera vez, padre de la patria. Término augustal entre Miróbriga, Valuta y el valle de Ledesma.

3º) La nueva piedra que, tras ser transcrita por el maestre Silba, se colocó después en el cornisamento de las columnas. 

Tras descartar que se tratase de la que durante siglos permaneció en la iglesia, ya que en esa se leía la palabra SALMANTICA, que no aparece en la recién descubierta, como tampoco en la del cornisamento ni, por lo tanto, en la original que era idéntica. Todo apuntaba a que se trataba de la piedra original que en 1557 fue hallada bajo las columnas. La misma que transcribió Feliciano de Silva por estar sumamente hendida, le falta casi todo el primer renglón y la primera letra de los demás.  Todo hace suponer que, tras ser desechada como inscripción por estar borrosa, fue aprovechada como material de construcción y embutida en el basamento de las columnas [13].

La histórica piedra fue empotrada entonces en el basamento de las columnas, en la parte de Poniente, recubriendo con cemento sus descalabraduras aunque procurando respetar en lo posible todas las letras que se conservan íntegras y aún los rasgos que quedan de las que han desaparecido parcialmente [14]. La piedra con la inscripción transcrita en el siglo XVI, quedaba a la izquierda del friso. 

Las tres columnas permanecieron en la zona conocida como El Árbol Gordo hasta que, hace unos años, fueron nuevamente trasladadas, siendo cada vez más alejadas del centro histórico y neurálgico de la ciudad. Actualmente aún permanecen en la Avenida de Salamanca, a las afueras de la ciudad, ¿quizá hasta que el ayuntamiento quiera realizar alguna otra obra en esa zona?

En resumidas cuentas, a pesar de que es muy posible que la ubicación de la antigua Miróbriga no estuviese en Ciudad Rodrigo, siendo más probable que en esta se ubicase VALUTA, ciudad que pasó inadvertida durante siglos por un error de reproducción en el siglo XVI y que, según Hübner y Aureliano Fernández-Guerra, dicha ciudad podía también mencionarse en el ara laudatoria a Septimio Severo que apareció en los cimientos del Seminario a principios del siglo XIX [15], de lo que no cabe duda alguna es que, ya seamos mirobrigenses o valutenses, las Tres Columnas se han ganado el honor de ser las armas de Ciudad Rodrigo. 



[1] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo: Miróbriga, Núm. 52, 24 de marzo de 1923, pp. 2-3.
[2] IOHANNES VASAEUS: Chronici rerum memorabilium hispanae, 1552, capítulo x.
[3] MIRANDA VALDÉS, Javier, GIMENO PASCUAL, Elena, SÁNCHEZ MEDINA, Esther: Emil Hübner, Aureliano Fernández-Guerra y la epigrafía de Hispania. Correspondencia 1860-1894, RAH, 2009, pág. 59.
[4] Ibídem.
 pág. 75.
[5] 
MORALES PAÍNO, Francisco Javier: Estudios Mirobrigenses VI. Las Tres Columnas de Ciudad Rodrigo y sus piedras terminales. Pesquisas e informe de la Comisión Nacional de Antigüedades, 2019, pp. 75-77.
[6] 
MIRANDA VALDÉS, Javier, GIMENO PASCUAL, Elena, SÁNCHEZ MEDINA, Esther: Emil Hübner, Aureliano Fernández-Guerra y la epigrafía de Hispania. Correspondencia 1860-1894, RAH, 2009, pág. 91
[7] Ibídem. 37.
[8] FERNÁNDEZ GUERRA Y ORBE, Aureliano: Piedra romana terminal de Ledesma, Boletín de la Real Academia de la Historia XV, 1889, pp. 102-107.
[9] La justicia, Núm. 13, 8 de abril de 1902, pág. 2.
[10]  MUÑOZ, Juan Tomás: BLOG, Cántaro de palabras.
[11] La Basílica Teresiana, Núm. 89-90, Nov-Dic de 1921, pág. 370.
[12] Dato extraído del Blog de Juan Tomás Muñoz, Cántaro de palabras.
[13] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo: Miróbriga, Núm. 58, 5 de mayo de 1923, pp. 2-3.
[14] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo: Miróbriga, Núm. 56, 21 de abril de 1923, pp. 1-2.
[15] 
MORALES PAÍNO, Francisco Javier: Estudios Mirobrigenses VI. Las Tres Columnas de Ciudad Rodrigo y sus piedras terminales. Pesquisas e informe de la Comisión Nacional de Antigüedades, 2019, pág. 83.

Comentarios

  1. Buenos días, enhorabuena por ese trabajo, para los Farinatos o Miribrigenses que estamos muy unidos a nuestro querido Pueblo a pesar de la distancia es muy ilustrador leer lo que investigas, estoy seguro que tendremos la oportunidad de charlar personalmente pues desde luego hay muchas incógnitas sobre los la historia de Ciudad Rodrigo, un saludo y gracias

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Termas públicas en Ciudad Rodrigo: Los Baños abovedados de San Albin

En la antigüedad coexistieron dos tipos de instalaciones balnearias: las termas, o grandes baños públicos, y los balnea, instalaciones privadas de dimensiones considerablemente menores que las termas.  En Occidente, a partir de los siglos V y VI solamente consta la existencia de los balnea, normalmente asociados a las élites eclesiásticas. En la península ibérica parece haberse producido una ruptura entre la tradición termal de la Antigüedad y la Edad Media. Los baños más antiguos que se conocen en la España cristiana los mandó edificar Alfonso III a comienzos del siglo X en la ciudad de Zamora, seguramente inspirados en en los modelos islámicos, pues fueron construidos por mozárabes procedentes de Toledo.  Durante el siglo XII, los monarcas cristianos levantaron numerosos baños públicos en las ciudades que fundaban en la mitad norte peninsular, que con frecuencia eran cedidos a los concejos o a la iglesia, pues estos establecimientos constituían una sólida fuente de ingresos

Leyenda de Ciudad Rodrigo: La Historia de La Coronada

Marina Alfonso, una respetada dama mirobrigense perteneciente a la influyente familia de Los Pacheco, es el personaje central de esta historia. Los documentos de la época nos revelan que era una mujer de notoria belleza y virtud, cualidades que atrajeron la pasión de un rey español que visitó la ciudad. Este monarca se obsesionó con derribar la virtud de Marina, pero ella, firme en su honor, rechazó sus avances reales e ignoró sus amenazas. El rey, inicialmente, intentó seducirla con encanto y elogios, pero ante la firme negativa de la joven y su falta de costumbre a la resistencia, recurrió a amenazas poderosas, insinuando que la familia de Marina podría sufrir su ira. Consciente del peligro que acechaba a su familia, Marina buscó refugio en las páginas de un libro titulado "Máximas del Evangelio, y resumen de la moral cristiana", donde encontró estas palabras sabias: " Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatele; quiere decir, si lo que te es más apreciable y de mayo

IRUEÑA, una joya arqueológica aún por explorar

Teniendo en cuenta que solo se puede amar aquello que se conoce, desde  Lancera de don Julián  queremos aportar nuestro granito de arena para dar a conocer esta joya vetona, pues conocerla resulta un requisito esencial para que en yacimientos ubicados en medios rurales, como es el caso del castro de Irueña, se puedan desarrollar las estrategias de investigación, protección y difusión que merecen.  Los vetones fueron los habitantes prerromanos de las tierras situadas por el Sistema Central, ocupando prácticamente la totalidad de la provincia de Ávila, buena parte de las de Salamanca y Zamora, el sector oriental de la provincia de Cáceres, el occidente toledano y la zona del noroeste portugués.  Algunos historiadores romanos, como Livio y Apiano, los presentan como un pueblo de vida sobria y carácter guerrero que participaba en los continuos enfrentamientos bélicos, junto al resto de pueblos celtíberos, durante los dos primeros siglos de la conquista romana.  Los castros son núcleos fo