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Crónica Negra: Toque de agonía

Entre los viejos papeles de un legajo que perteneció a don Francisco Cascón, Lectoral de la catedral de Ciudad Rodrigo, el párroco de Santa Marina, Jesús Pereira encontró unas notas con el rótulo: Curiosidades para servir a la historia de la Iglesia de Ciudad Rodrigo. 

Estos apuntes fueron obra de la pluma de un diligente y curioso campanero de la catedral, que iba anotando de forma meticulosa los devengos que le aportaba su oficio.  Entre notas de defunciones, nombramientos catedralicios, tomas de posesión de canónigos y racioneros, etc., destacan algunos sucesos curiosos, entre ellos, rescato el siguiente: 

El día nueve de enero de 1845, en Ciudad Rodrigo se dio muerte en garrote a Campos y a Pablos, ambos vecinos de Morasverdes. Tras su ejecución fueron enterrados en el cementerio mirobrigense. Estaba condenado a la misma pena Faustino, hermano de Pablos, sin embargo, este se ahorcó con un cordel de hilo de coser que hizo él mismo antes de entrar en capilla, motivo por el cual no fue enterrado en sagrado, sino en la desaparecida ermita de San Sebastián [1]

Garrote Vil 

El delito por el que fueron sentenciados a la última pena fue un asesinato cometido por venganzas personales a un anciano, cuyo cadáver fue hallado después de mucho tiempo, medio comido por las aves, entre los breñales... de la Fastiala. 

Esta sentencia a muerte fue la causante de que en Ciudad Rodrigo se modificase el toque de agonía: Cuando ocurra que sean más de uno los que haya que ahorcar, no se toque a la agonía más que por el último: y se acordó así, porque cuando los de Morasverdes, el segundo se acongojó por haber oído tocar por el amigo Pablos que se ejecutó el primero [2]."


[1] Nota del A. La ermita de San Sebastián estuvo ubicada en las huertas del Hospicio. A ella, al menos desde 1496, acudían el Cabildo catedralicio y el Ayuntamiento para celebrar la fiesta de San Sebastián. La ermita era atendida por una cofradía de la que se tienen noticias ya en 1535. 
[2] La Iberia, Núm. 398, 3 de diciembre de 1910, pág. 2. 

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