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Iglesia de San Pedro y San Isidoro, arte mudéjar en Ciudad Rodrigo

La iglesia de San Pedro y San Isidoro es una de las referencias arquitectónicas más importantes de Ciudad Rodrigo y una de las pocas representaciones del románico mudéjar de todo el oeste peninsular. 

Es uno de los templos más antiguos, fue fundado a finales del siglo XII en plena repoblación de la ciudad. Aunque en su origen contó con tres ábsides, en la actualidad tan solo se conserva el de la parte del Evangelio, que ha sido convertido en baptisterio. En él se ubica una antigua pila bautismal de piedra que fue descubierta bajo tierra en una de las reformas del templo. 

Ábside románico mudéjar de San Pedro y San Isidoro

De esta primera época, aparte del mencionado ábside, se conserva la portada septentrional, bastante similar a la de San Andrés, otra portada en la fachada occidental que ha sido cegada, aprovechándose como arcosolio el hueco que deja en su parte interior, y un arco de ladrillo en la parte interior, frente al ábside.

En la primera mitad del siglo XVI el templo fue reformado por iniciativa de varias familias nobles de la ciudad, como los Vázquez, los Chaves y los Maldonado, quienes tenían sus casas en las inmediaciones del Campo del Trigo, como se llamaba por entonces la actual plaza Cristóbal de Castillejo, ya que en ella se ubicó hasta esa misma centuria la Casa del Peso del Trigo y de la Harina, de la que aún se conserva una inscripción en el dintel de una vivienda sita en dicha plaza.

Cerramiento de estrella

Francisco Vázquez, apodado 
El Rico o El Indiano por haber regresado de las Indias con un gran capital, vivía en la próxima Casa de los Vázquez, actual oficina de Correos y Telégrafos, y era feligrés de esta parroquia. Haciendo no honor a su apodo donó en varias ocasiones dinero y obras de arte a esta iglesia. Además, fue él quien costeó en 1546 la reconstrucción de la la nave de la Epístola y de la Capilla Mayor, cerrada por una espectacular bóveda estrellada. 

En dicha capilla Mayor, ya estaba enterrado su padre, Pedro Vázquez, quien había sido un acaudalado comerciante, junto a sus dos esposas, Ana Pérez y Catalina Arias, con quien tuvo al menos cinco hijos, dos varones, Francisco y Diego y tres mujeres, Inés, Constanza y Catalina. La sepultura, ubicada en la parte izquierda del altar, tiene en el centro un escudo de los Vázquez idéntico al que se puede ver en la cercana casa familiar. En ella puede leerse la siguiente inscripción: ESTA SEPVLTURA ES DE PEDRO VÁZQUEZ Y DE SVS MUGERES, ANA PÉREZ Y CATALINA ARIAS. FALLESCIÓ A XXX DE ENERO DE MDXIX AÑOS.

Sepultura de Pedro Vázquez, Ana Pérez y Catalina Arias

Frente a ella se encuentra la de Francisco Vázquez y Francisca Aldana, su mujer, quienes reconstruyeron esta capilla mayor. En ella, pone:
ESTA SEPVLTURA ES DE FRANCISCO VÁZQUEZ Y FRANCISCA DE ALDANA, SV MVGER, QUE HICIERON ESTA CAPILLA. FALLESCIERON EL XXIX DE OCTVBRE DE MDLXV.

Sepultura de Francisco Vázquez y Francisca Aldana

Sobre ambas sepulturas, en el friso superior, se puede leer sobre un fondo azul:
Don Francisco Vázquez el Viejo y su mujer Francisca de Aldana fundaron esta capilla y dotaron nueve sepulturas bajadas las XXX del altar mayor para sí y sus sucesores con carga de una misa rezada cada un día y los festivos una cantada con su responso. Se acabó esta capilla el año de 1546 y se renovó esta memoria por el señor marqués de Espeja y del Águila.

Vista del friso con la leyenda mencionada

Ya en la segunda mitad del mismo siglo XVI, se llevó a cabo la renovación de la cabecera de la nave de la Epístola, que fue financiada por los Chaves y Maldonado, quienes instalaron su panteón familiar en las naves laterales del templo.

En 1755 sufrió desperfectos por el terremoto de Lisboa, que afectó a muchas construcciones de la ciudad. También sufrió importantes daños en la guerra de Sucesión y, posteriormente, en la de la Independencia, cuando el templo quedó inutilizado para el culto y la feligresía fue trasladada a la iglesia del Hospital de la Pasión, al igual que la de la desaparecida iglesia de San Isidoro, que se ubicaba en la plaza del Conde.

Cuando la ciudad fue tomada por las tropas napoleónicas, el ejército francés ocupó la iglesia de San Pedro y construyó hornos para la fabricación de pan en su interior. Una vez que la plaza fue reconquistada y hubo finalizado la guerra, en enero de 1816, los feligreses de la parroquia comenzaron la reconstrucción de la iglesia gracias a sus limosnas y mano de obra. 

En dicha reconstrucción, concluida el 6 de mayo, se demolieron los hornos de pan que se habían construido durante la guerra. El mismo día de la conclusión de las obras se celebró una eucaristía en conjunto con la feligresía de la parroquia de San Isidoro, que al estar adosada a la muralla había sido totalmente destruida durante los asedios. 

Vista del interior del templo

Desde ese momento y hasta 1936 ambas parroquias compartieron el templo, por lo que pasó a llamarse iglesia de San Pedro y San Isidoro. Durante esos 20 años, los ingresos de San Isidoro se destinaron a pagar un subsidio de 50 reales al mes a San Pedro por la oblata y a hacer ciertas obras en San Isidoro para evitar su ruina total. Se cerró el tejado y las ventanas y se tapiaron los agujeros causados por la artillería, los cuales comunicaban el templo con la muralla.

En 1842 se llevó a cabo una reorganización parroquial en la ciudad y las parroquias de San Juan Bautista, que se ubicó en la Plaza Mayor, de San Isidoro y San Pedro fueron unificadas el 1 de octubre del citado año en el templo de esta última, donde se concentraron los bienes y las cofradías pertenecientes a las otras dos.

En 1846 se llevó desde la parroquia de San Juan Bautista hasta el templo de San Pedro un cáliz de plata fabricado en 1582 y un hermoso retablo churrigueresco que se colocó en el ábside de la capilla mayor de San Pedro, donde permaneció durante casi un siglo, pues en 1940 se llevaron a cabo obras de renovación del templo y el retablo fue cedido a la iglesia de Cabrillas, donde aún permanece.

En 1930 fue nombrado párroco de San Isidoro don Ramón Morales, quien solicitó ayuda a los fieles para el adecentamiento del templo. Una vez más, gracias a los donativos de los feligreses se pudieron llevar a cabo unas mejoras en el templo. Se hicieron nuevos bancos, se instaló la electricidad y se fundieron las campanas, que hacía poco más de un año habían sido las causantes de una tremenda tragedia en la ciudad.

Seis años después se comenzó la restauración de la iglesia. Se limpiaron las paredes y bóvedas interiores, se lucieron los muros de la sacristía, la mampostería fue cubierta de yeso, se puso un suelo de tarima y una cubierta nuevos. Durante las obras, el culto se trasladó al convento  de franciscas descalzas que se ubicaba frente a la iglesia, en el edificio en el que hoy se instala una residencia de personas de tercera edad. Durante esta restauración, el párroco encontró en el interior de un viejo relicario de plata una importante pieza histórica Se trataba de un eslabón de la cadena del apóstol San Pedro, que el cardenal Pacheco había enviado a la ciudad desde Roma en el siglo XVI [1].

Dicha reliquia se había guardado desde entonces en el famoso relicario que poseía la capilla del cardenal, junto a otras muchas reliquias que éste había traído desde Roma. Sin embargo, cuando la ciudad fue tomada por los franceses, algunos mirobrigenses pudieron poner a salvo algunas de estas reliquias para evitar que fueran parte del saqueo de las tropas enemigas. Es posible que el entonces párroco de San Pedro y San Isidoro la guardase con tanto celo en el interior del templo que allí permaneciera escondida y olvidada durante más de un siglo.

La reliquia contaba con un documento fechado en 1821 que atestiguaba su autenticidad. En dicho certificado consta un papel que había sido extendido en papel de Estado por don Domingo Arroyo, canónigo y secretario de cámara y gobierno del obispo civitatense don Pedro Manuel Ramírez de la Piscina, quien gobernó la diócesis tras la reconquista de la ciudad a los franceses.

El Documento dice: Don Domingo Arroyo, presbítero, arcediano titular y canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Ciudad Rodrigo, secretario de Cámara y Gobierno del Ilustrísimo señor don Pedro Manuel Ramírez de la Piscina, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, obispo de dicha ciudad y obispado del consejo de S.M. etc. certifico que por declaración conteste de varios vecinos de esta ciudad, sujetos de toda honradez y cristiandad, que el eslabón de fierro que se encierra en este relicario de plata, fue tomado del famoso relicario que estaba en la insigne iglesia de San Andrés Apóstol, intramuros de esta ciudad, fundación del eminentísimo señor cardenal Pacheco, con otras muchas reliquias que dicho señor cardenal había mandado de Roma, algunas de las cuales fueron recogidas por personas piadosas al tiempo de la invasión de los franceses, los que destrozaron dicho relicario para apoderarse de la plata y alhajas, que le acompañaba la correspondiente auténtica en la que se podía leer que dicho eslabón era de la cadena del Apóstol San Pedro, que se venera en Roma, pero que al tiempo de recogerla se perdió y desapareció dicha auténtica. Y para que en todo tiempo conste la certeza de esta relación, a petición de doña Cándida Rosa Jorgo, doy esta que firmo y sello con el de la dignidad episcopal. En Ciudad Rodrigo, los 17 de noviembre de 1821. Lie, don Domingo Arroyo. Rubricado. Hay el sello episcopal [2].

Tras el hallazgo, fue expuesta a la veneración de los fieles en los días de San Pedro Apóstol, 29 de junio, y San Pedro Ad Vincula, 1 de agosto. 

Medio siglo después de dicha reforma, la cubierta y la tarima instaladas se encontraban ya muy deterioradas por la humedad y gracias a una subvención de la Junta de Castilla y León el templo fue restaurado por el arquitecto José Luis Garzón. Nuevos descubrimientos se hicieron en esta restauración.

Cuál fue la sorpresa cuando, al retirar la cubierta parcial que protegía la portada románica septentrional, fueron descubiertas tres cabezas de piedra y sobre ellas, bajo el encalado, se descubrió un friso de arcos ciegos de ladrillo. Se trata de restos pertenecientes a la fábrica original del templo en el siglo XII. Se cree que las tres cabezas representan a las tres culturas. La del centro, una cabeza femenina con una corona, representaría una virgen románica, la de la derecha a un rey árabe y la de la izquierda a uno judío. 


Vista detalle de las tres cabezas y los arcos ciegos descubiertos en 1994

Para proteger todo el conjunto se construyó un porche que imita las formas mudéjares del templo y se cubrió con un tejado de madera al que se le dejó una claraboya para aportar luz natural y así poderlo observar desde cuatro pequeños vanos que hay en la puerta exterior.

En el interior del templo, presidiendo la capilla mayor, se encuentra una talla barroca del Cristo de la Agonía que procede de la desaparecida iglesia de San Juan Bautista y es procesionada en Semana Santa por la cofradía del Silencio desde su fundación en 1927. En el ábside del Evangelio, un Cristo crucificado de la primera década del siglo XVII y entre las obras pictóricas que adornan las paredes de la iglesia, destaca un cuadro de la Virgen de Guadalupe, pintado hacia 1700 por el mexicano Juan Correa, que fue donado por Francisco Vázquez El Indiano [3].

Vista del pórtico románico inferior y el mudéjar en la parte superior



[1] El Adelanto, Núm. 18379, 18 de febrero de 1944.
[2] 
VEGAS ARRANZ, Santiago: en El Adelanto, Núm. 18372, 10 de febrero de 1944.
[3] CASASECA, Antonio: Arte colonial en Salamanca, Relaciones artísticas entre la península Ibérica y América. 1989, pp. 59-67.

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