Don Manuel Sánchez Arjona, conocido por los mirobrigenses como el Buen Alcalde, en 1926 puso en marcha una iniciativa para acercar los libros a los mirobrigenses de todas las clases sociales. Para ello, se eligieron dos lugares públicos: uno en el interior del parque de La Florida y otro en la plaza de San Salvador o plaza Isabelina.
En ambos espacios existían fuentes de agua potable y se instalaron bancos pata sentarse a disfrutar de la lectura. Para colocar los libros se instalaron sendos estantes de piedra y otros metálicos. El mismo alcalde regaló a los mirobrigenses un bonito mueble de hierro repujado decorado con azulejos y una primera remesa de libros [1] que fue aumentada gracias a la solidaridad y apoyo de otros muchos vecinos que donaron tanto libros como dinero en metálico para fundar las Bibliotecas populares [2].
El 1 de mayo de 1927 se inauguró la biblioteca pública callejera de La Florida, el hecho fue recogido en una noticia publicada en el desaparecido semanario Eco del Águeda. En ella se afirmaba que el pueblo de Ciudad Rodrigo había sabido comprender y apreciar el valor que aportaba esa iniciativa y podía verse a numerosos lectores de todas las clases y edades disfrutar del placer de la lectura bajo la sombra que proporcionaban los frondosos árboles de ambos entornos.
Biblioteca popular en Plaza de San Salvador / Foto: Pazos |
Al parecer, la biblioteca pública callejera fue un gran éxito entre los mirobrigenses, pues una semana después de su inauguración, el mismo medio publicaba la siguiente nota: Cada día es mayor el número de concurrentes a la Biblioteca Popular, establecida en el bonito paseo público “La Florida”. A pesar de ser muchos los volúmenes que en dicha Biblioteca se encuentran, no son ya los suficientes para atender las demandas de los lectores, que acuden a pasar bastantes horas acompañados del mejor amigo del hombre, si es bueno: el libro. Mucho nos alegra poder dar esta noticia a nuestros lectores, pues ello demuestra haber deseos de resurgimiento y cultura, cosas por lo que tanto hemos trabajado[3].
¡Dichosos son los pueblos donde una biblioteca abundante es semillero de buenas ideas! [4]
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