El salón del trono del palacio episcopal de Ciudad Rodrigo es donde el obispo recibía las visitas de las corporaciones oficiales o hacía saludos multitudinarios con los fieles. Está separado de la capilla por una puerta de tres hojas, la cual puede abrirse por completo y participar como velatorio en caso necesario.
Capilla vista desde el salón del trono |
Precisamente, la última vez que se utilizó este salón fue en 1998 como velatorio del cuerpo del obispo don Demetrio Matilla Reoyo, que fue enterrado en la capilla del Pilar de la catedral mirobrigense. Anteriormente se usó en 1889 para la recepción de una cofradía de Alcalá la Real que organizó una visita solemne al obispo don Antonio Ceballos, natural de aquel pueblo.
Junto a la pared, en el centro del salón y sobre una tarima, se encuentra el trono episcopal. Cuenta con un dosel rojo, distintivo prohibido en las actuales normas litúrgicas, por lo que ya no se utiliza. En el respaldo tiene talladas las letras JTM, iniciales de José Tomás de Mazarrasa, antiguo obispo de la diócesis desde 1885 hasta 1907.
En ambas paredes laterales se ubican un arcón y un mueble similar a un bargueño, ambos de madera de nogal y tallados con ricas labras. Ambos muebles son obra de Luis Sánchez Guimarais, reputado ebanista que trabajó en la ciudad durante la primera mitad del pasado siglo, teniendo su taller en el Campo del Trigo. Proceden de la donación testamentaria que hicieron las primas de don Benedicto Nieto, sacerdote de la diócesis y catedrático de Latín y profesor de Historia de Enseñanza Media, durante su época de seminarista también fue redactor del semanario católico local Miróbriga. Ellas los habían recibido de su primo y cuando este falleció los donaron a la diócesis, tal y como él había hecho con su valiosa biblioteca de Historia del Arte, la más completa de la ciudad, la cual donó al seminario en 1981.
En el mismo salón, colocados en ángulo, dos lienzos firmados por Sorolla. El obispo Raúl Berzosa se los mostró a unos familiares del pintor para comprobar su autenticidad. Tras llevar a cabo la investigación científica pertinente, resultó que uno de ellos, que representa un retrato, lleva la firma auténtica del pintor. La firma del otro cuadro, una escena marina, no ha sido verificada.
Ambos cuadros fueron dejados al obispado por medio de la herencia de doña Marcelina Rodríguez Marcos junto al palacio de la marquesa de Cartago, ubicado junto al palacio episcopal. Lugar en el que anteriormente estuvieron los cuadros.
Del techo pende una lámpara con 26 puntos de luz y llama espacialmente la atención la gran alfombra que cubre casi por completo el suelo de la estancia, en cuyo centro aparece el escudo del obispo don José Bascuñana (1955-1964), segundo obispo civitatense tras las normalización de la diócesis en 1950. Fue precisamente durante su pontificado cuando las parroquias del sur de la sierra de Gata, en las localidades de Trevejo, San Martín de Trevejo, Villamiel, Robledillo de Gata y Descargamaría, que desde la Edad Media estaba integradas al obispado de Ciudad Rodrigo, pasaron al de Coria-Cáceres. En compensación, el monasterio de Porta Coeli del Zarzoso, en El Cabaco, junto a las parroquias salmantinas de Aldeanueva de la Sierra, Muñoz, Mieza, San Muñoz, Sanchón de la Sagrada, Villares de Yeltes, Tamames y Vilvestre, pasaron a integrarse en la diócesis civitatense. Sin embargo, a pesar de la Bula de Pío IX, no ocurrió lo mismo con el santuario de la Peña de Francia, algo muy sentido por los mirobrigenses.
Comentarios
Publicar un comentario