Marina Alfonso, una respetada dama mirobrigense perteneciente a la influyente familia de Los Pacheco, es el personaje central de esta historia. Los documentos de la época nos revelan que era una mujer de notoria belleza y virtud, cualidades que atrajeron la pasión de un rey español que visitó la ciudad.
Este monarca se obsesionó con derribar la virtud de Marina, pero ella, firme en su honor, rechazó sus avances reales e ignoró sus amenazas. El rey, inicialmente, intentó seducirla con encanto y elogios, pero ante la firme negativa de la joven y su falta de costumbre a la resistencia, recurrió a amenazas poderosas, insinuando que la familia de Marina podría sufrir su ira.
Consciente del peligro que acechaba a su familia, Marina buscó refugio en las páginas de un libro titulado "Máximas del Evangelio, y resumen de la moral cristiana", donde encontró estas palabras sabias: "Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatele; quiere decir, si lo que te es más apreciable y de mayor utilidad, le es una ocasión de pecado, córtalo, huye de ello, sacrifícalo sin dilación cueste lo que costare."
Marina Alfonso fue enterrada en la Catedral en un suntuoso sepulcro, sobre el cual se encontraba la figura yacente de la dama con una corona real, que se rumorea que fue colocada por el propio rey arrepentido. Por esta razón, se le conoce con el sobrenombre de "La Coronada". Lamentablemente, el sepulcro original ya no existe, ya que muchas tumbas de la Catedral fueron reemplazadas por losas en los muros a partir del siglo XVII. Aun así, los relatos de historiadores como Sánchez Cabañas y don Lope Domenech y Bustamante nos permiten imaginar la magnificencia de este monumento y las quemaduras en la estatua que conmemoraban la valiente defensa de la virtud.
Recreación imaginaria del sepulcro inspirada en la Leyenda |
En memoria de esta noble acción, una lápida en la nave de la epístola lleva la siguiente inscripción: "Aquí yace la noble Marina Alfonso que comúnmente llaman La Coronada. Falleció era de 1Z53". Se dice que la "Z" en la fecha oculta la identidad del rey, pero la tradición sostiene que fue el rey Juan II quien visitó Ciudad Rodrigo en octubre de 1453.
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