Gracias a haber tenido oportunidad de ver el trabajo arqueológico que se llevó a cabo durante las obras de conversión a establecimiento hotelero del hoy hotel Arcos, puedo conocer la configuración urbana que ha habido en este espacio y, en ella, se centrará este artículo.
En este solar se ubicó un gran palacio en el siglo XV, que era propiedad de Pedro Fernández de Gata y su mujer, Aldonza de Caraveo. Ella, era hija de Juan de Caraveo, alcaide del castillo de Ciudad Rodrigo por el rey Enrique IV y a quien los Reyes Católicos, en muestra de agradecimiento por sus leales servicios, le hicieron merced, en cabeza de su yerno, Pedro Fernández de Gata, de un juro sobre los tercios del campo de Yeltes. Juan de Caraveo, quien fue abuelo del novelesco conquistador Diego Centeno, compañero de Pizarro en la conquista de Perú, fue enterrado en la desaparecida iglesia de san Juan Bautista, que se ubicó en la plaza Mayor. En ella, tuvo su sepulcro, que contaba con una lápida con la siguiente inscripción: "Aquí yace Juan de Caraveo, alcaide del alcázar por el rey Enrique IV".
Pero volvamos al noble matrimonio de su hija, Aldonza de Caraveo y Pedro Fernández de Gata, propietarios del palacio que nos ocupa, donde fueron padres de 3 mujeres y 6 varones. Él, falleció en mayo de 1514, ella, lo hizo casi 14 años después, el 10 de enero de 1528 [1]. Ambos esposos, están enterrados en la catedral de santa María, donde se encuentra su suntuoso sepulcro renacentista, obra del afamado escultor Lucas Mitata. Es el único, junto al del obispo Domingo, que se salvó de la escabechina que en el siglo XVII se llevó a cabo con los sepulcros de la catedral. Fue el mismo Pedro Fernández de Gata quien, en mayo de 1513, un año antes de su fallecimiento, pedía dos sepulturas junto al altar de san Miguel de la catedral, sin embargo, el actual mausoleo, fue construido por su hijo, Miguel Fernández de Caraveo, canónigo de la catedral, quien construyó el arco y actual sepulcro en 1566, donde fueron trasladados los restos de sus padres.
Sepulcro de Pedro Fernández de Gata y Aldonza Caraveo en la catedral |
Aunque en la inscripción sepulcral se nombra a los dos esposos, en el mausoleo solo aparece la escultura yacente del caballero, don Pedro Fernández de Gata, quien aparece vestido de armadura y con un yelmo a sus pies. Posee un relieve con la ciudad de Jerusalén al fondo, dominado por un cristo crucificado. En su origen, estuvo flanqueado por la virgen y san Juan, hoy desaparecidos. La inscripción, aunque en la actualidad apenas se puede leer, dice: "Pedro Fernández de Gata y doña Aldonza de Caraveo, su mujer. Dotó y mandó hacer este arco y sepulcro, Miguel Fernández de Caraveo, su hijo, canónigo que fue de esta iglesia".
Escudo Gata Caraveo en hotel Arcos |
Gracias a un documento que aún se conserva en el Archivo Histórico Nacional, sabemos que a su nieto, Antonio Pacheco Caraveo, natural también de Ciudad Rodrigo, se le concedió en 1537 el titulo de caballero de san Juan de Jerusalén, más conocida como Orden de Malta [2].
Un escudo en piedra del matrimonio Gata - Caraveo que reúne los dos blasones de las dos nobles familias, vestigio del palacio del siglo XV, fue hallado en el solar, durante las obras del hotel Arcos que aún lo conserva en su interior. Al principio de la misma calle, Cardenal Pacheco, haciendo esquina con la plaza de san Salvador, podemos ver otro escudo idéntico, este, apareció a principios del siglo XX, durante las obras de construcción de la casa. La aparición de ambos escudos en el mismo lugar donde se ubicó el palacio nos muestra el tamaño que este llegó a tener.
Este inmueble, fue destruido durante la guerra de Secesión, o guerra de Sucesión portuguesa (1640-1668), ya que, en esa cercana zona de la muralla, fue donde el ejército de la Gran Alianza abrió la brecha por la que invadió la ciudad. Durante su apertura, fueron abatidos la mayor parte de los edificios de esta zona, a causa tanto de los numerosos incendios, como de los ataques de artillería dirigidos hacia allí.
Aquí se ubicó también la casa solariega de los Manzanedo Herrera, y durante las obras de acondicionamiento del hotel, fue hallada parte de un gran escudo que perteneció a dicha casa. La parte izquierda corresponde a los Herrera y la derecha es Robles. El primer cuartel, que no se aprecia en la imagen, correspondía a los Manzanedo. Este escudo fue donado por los propietarios del hotel para mostrarse en la exposición "piedras para el recuerdo" que alberga el convento de san Francisco.
Escudo Casa Manzanedo Herrera |
Casi 80 años después, en 1701, dio comienzo la guerra de Sucesión española. Una vez más, esta zona es de las que más sufrieron los estragos de la guerra, que duró 12 años. Ya en 1747, habiendo pasado más de 30 años desde que finalizó, muchos de los inmuebles situados entre la catedral y la muralla seguían arruinados, sin embargo, ese año, una vez superada la gran catástrofe que la guerra supuso para la ciudad, comenzó la reconstrucción de muchos de esos edificios. Sobre los restos del antiguo palacio, ubicado en un enclave relevante de la ciudad por estar junto al principal edificio de la misma, la catedral, se construyeron tres inmuebles. De ellos, se encontraron importantes vestigios durante las obras del hotel que nos permiten conocer como fueron.
Uno de los tres, perteneció al escribano Francisco Gómez Franco, contador de las rentas reales y notario Mayor de la Audiencia eclesiástica. La casa constaba de tres plantas y corral y, en ella, vivió Juan Ambrosio, cirujano mirobrigense del siglo XVIII. Para ejercer este oficio en Ciudad Rodrigo, era necesario, desde el 1498, haber sido graduado en estudio general o, por el contrario, examinado por los físicos examinadores [3].
Otro de los edificios, perteneció a Teresa Arias y el resto del solar, era propiedad de don Francisco Osorio Girón, quien tenía aquí, además de su vivienda de dos plantas, su lagar de vino y una casa de provisión y fábrica de pan de munición. Este era el pan que se daba a los soldados, presos y penados, que era fabricado en grandes cantidades.
Contenedor de líquidos, perteneciente al lagar del s. XVIII |
Había pasado algo más de medio siglo cuando, en 1810, Ciudad Rodrigo es sitiada por las tropas de Napoleón y, dos años después, por el el ejército inglés aliado. Aún perduran como cicatrices las marcas que las bombas dejaron en la fachada de la catedral, cuya torre, a falta de suficientes almacenes, fue convertida en polvorín para guardar munición durante la guerra. Nuevamente, esta zona es una de las más afectadas por los bombardeos, pues fue la elegida para centrar el ataque a la ciudad y abrir brecha en la muralla, con la consecuente destrucción de edificios colindantes.
Para hacernos una mejor idea del daño sufrido en esta zona durante dichos asedios, se transcribe lo que el gobernador de la plaza, Pérez de Herrasti, escribió en su diario de guerra: "Solo es necesario contemplar el lugar para conocer cuán heroica había sido su resistencia [de la ciudad]. Ninguna casa permanecía intacta y varios caminos estaban cortados por escombros". "Todos los edificios contiguos al expresado frente atacado, hasta un tercio del interior de la ciudad, estaban a la rendición tan totalmente destruidos, que el cúmulo de sus escombros no permitía el tránsito de unos parajes a otros".
Antiguo pozo hallado durante trabajos arqueológicos |
También Masséna, mariscal de Napoleón, describió la situación en la que se encontraba la ciudad al entrar con su ejército: "El horrible espectáculo que presentaba la fortaleza el día de su capitulación era el mayor elogio a su defensa; en medio de sus ruinas era casi imposible distinguir los edificios o pasar por las calles bloqueadas por los escombros. No puede formarse idea del estado a que ha quedado reducido Ciudad Rodrigo: todo yace por tierra y destrozado, no hay una sola casa intacta".
A todo esto, hay que añadirle que el 22 de octubre de 1818, la capilla de los marqueses de Cerralbo, ubicada justo frente al solar que nos ocupa, que, al igual que la catedral, albergaba un gran polvorín en su interior, sufrió una gran explosión que conmocionó a toda la ciudad. Los edificios colindantes a la capilla, se vieron envueltos en una columna de humo y polvo, algunos de ellos se cuarteaban, otros se venían a abajo, tan solo la catedral quedó intacta y sin daño alguno [4].
Aprovechando los cimientos anteriores, en este solar, se construyó una casa solariega a principios del siglo XIX, de ella, hotel Arcos, aún conserva toda su fachada original, así como la galería acristalada, tan de moda en la Miróbriga de aquella época que aún conserva una de sus habitaciones.
[1] Hernández Vegas, MATEO: Ciudad Rodrigo. La Catedral y la Ciudad. Tomo II, 1935, p. 31.
[2] AHN. OM-SAN_JUAN_DE_JERUSALEN, Exp. 23140
[3] AGS. RGS,LEG,149807,186
[3] AGS. RGS,LEG,149807,186
[4] Hernández Vegas, MATEO: Ciudad Rodrigo. La Catedral y la Ciudad. Tomo II, 1935, p. 367.
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