En el espacio que en la actualidad ocupa la plaza del Buen Alcalde se ubicó la gran casa solariega de los señores de Cerralbo. Acorde al estatus de sus dueños, contaba con caballerizas, corrales, jardín y su propia capilla. Fue primera residencia de esta noble familia mirobrigense hasta que, Don Rodrigo Pacheco Osorio, I Marqués de Cerralbo, comenzó en 1533 la construcción de la que sería su nueva casa, ubicada en el ala rico de la Plaza Mayor de la ciudad (actual Abarca).
Una vez que el marqués se mudó a su nueva residencia, a la antigua se le fueron dando diversos usos. Fue utilizada como cuartel y posteriormente como convento para hospedar a las monjas Descalzas, quienes permanecieron en ella hasta que, en 1739, fueron trasladadas a su nuevo convento, situado en el Campo del Trigo. La contaduría también se instaló en ella durante un tiempo. Finalmente, tras la desidia de sus propietarios y los daños causados al edificio durante las diversas guerras, se vio abocado a la ruina hasta su total destrucción.
Una vez que el marqués se mudó a su nueva residencia, a la antigua se le fueron dando diversos usos. Fue utilizada como cuartel y posteriormente como convento para hospedar a las monjas Descalzas, quienes permanecieron en ella hasta que, en 1739, fueron trasladadas a su nuevo convento, situado en el Campo del Trigo. La contaduría también se instaló en ella durante un tiempo. Finalmente, tras la desidia de sus propietarios y los daños causados al edificio durante las diversas guerras, se vio abocado a la ruina hasta su total destrucción.
Placa que aún preside la Plaza |
Parte del espacio llamado Campo del Marqués |
En 1810, la casa de las Almenas fue la residencia del general Herrasti, gobernador militar de la plaza durante el sitio de las tropas napoleónicas, a quien le resultó imposible pagar el alquiler, por haber sido llevado como prisionero a Francia [3].
Posteriormente, la Casa de las Almenas fue donada a la orden del Hospital por doña Águeda Núñez de Ledesma. En el año 1846 el Hospital de la Pasión, quien en su interior había contado durante siglos con un patio de comedias, decidió retomar la actividad teatral en la ciudad y promovió en este solar la construcción del Teatro Principal.
Este espacio cultural fue todo un referente en Ciudad Rodrigo, contaba con un aforo de 610 espectadores y además de las representaciones teatrales y de llegar a contar con un cinematógrafo, en él se celebraban los animados bailes de Carnaval. Este espacio cultural estuvo en activo hasta que lamentablemente la noche del 20 de marzo de 1914 fue destruido por un gran incendio [4].
Este espacio cultural fue todo un referente en Ciudad Rodrigo, contaba con un aforo de 610 espectadores y además de las representaciones teatrales y de llegar a contar con un cinematógrafo, en él se celebraban los animados bailes de Carnaval. Este espacio cultural estuvo en activo hasta que lamentablemente la noche del 20 de marzo de 1914 fue destruido por un gran incendio [4].
Titular del semanario Avante del 21 de marzo de 1914 |
Eran las 3 de la mañana cuando en Ciudad Rodrigo comenzaron a escucharse los tañidos de la campana del reloj municipal. Este aviso anunciaba a todo el vecindario la señal de fuego en el barrio de la Catedral. Autoridades, bomberos, soldados y público en general se congregaron a las puertas del Teatro Principal, de cuyo interior “se escapaban fuertes columnas de humo que daban a conocer que se trataba de un incendio de gran importancia”.
En cuanto la puerta de acceso fue derrumbada a hachazos, de su interior salieron fuertes llamaradas que “hicieron retroceder a cuantas personas querían penetrar en el local”. Pocos minutos después, todo el edificio se convirtió en una inmensa hoguera. Bomberos y particulares hicieron vanos esfuerzos para intentar colarse por las ventanas con el fin de salvar del fuego algunos de los muebles del café que ocupaba la planta principal del edificio. Dos sillas, una mesa de cocina y unos baldes de hojalata con servicio de café fueron todos los enseres que se pudieron librar de la catástrofe. Todo lo demás, excepto las paredes exteriores y dos muros interiores que formaban la herradura del teatro, quedó reducido a cenizas en apenas una hora.
Al fundirse los cables de la luz eléctrica, parte de la población quedó a oscuras, la única luz era la propiciada por la lluvia de chispas que avivadas por el aire, revoloteaban junto a grandes trozos de maderos en ignición que provocaban continuos incendios parciales a su paso. Tantos fueron los focos, que hubo momentos en los que ya no era posible atender al principal y tanto bomberos, como guarnición de la plaza, autoridades y público tuvieron que dirigir sus esfuerzos en liberar del fuego a toda las casas que ocupaban la calle del Enlosado, actualmente Cardenal Pacheco, alguna de las cuales llegó a arder con violencia.
De repente y formando gran estruendo cayó la cubierta del teatro, en ese momento, ya sin peligro de derrumbe se pudieron “concretar todos los esfuerzos en extinguir el aquel horno, en cuyo fondo, palpitaba furioso un Verdadero infierno”. Para que nos hagamos una idea de la magnitud del incendio, según la noticia sobre el suceso publicada en el semanario Avante, el incendio aún continuaba latente pasadas 33 horas desde su comienzo.
[1] Este espacio se encuentra entre las calles Talavera, Almendro y actual Cardenal Pacheco.
[2] SALAZAR Y ACHA, María Paz . “Un llamamiento para la guerra a los hidalgos de Ciudad Rodrigo en 1637”.
[3] Hernández Vegas, Mateo (1935) “Ciudad Rodrigo: La catedral y la ciudad”. Tomo I
[4] Avante: Semanario mirobrigense: Año IV Número 206 - 1914 marzo 21.
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