La hoy llamada Plaza del Conde, anteriormente se conoció como plaza de San Isidro por la iglesia consagrada a este santo que se ubicó en ella. Este templo, hoy desaparecido, estaba adosado a la muralla y lindaba con el palacio de Ávila y Tiedra. Junto a la iglesia, estuvo el convento de las franciscanas descalzas, del que hoy solo se conservan restos de unas pinturas de su capilla en el interior de una tienda de deportes, detrás de las estanterías, y un escudo en la fachada. Enfrente, se erige el Palacio del Conde de Alba de Yeltes, de construcción posterior, que hoy alberga una entidad bancaria. Por último, en este espacio se ubica la Casa de los Cornejo, que acoge en la actualidad la Casa de la Cultura.
Este artículo se centrará en uno de los edificios que aún se mantienen en esta plaza, el palacio de Ávila y Tiedra. Según se puede observar desde el exterior, su fachada, de estilo plateresco, estuvo flanqueada por dos torres que en algún momento de su historia y desconociendo los motivos debieron ser desmochadas, como ocurrió con las demás de esta ciudad. Aunque también existe también la teoría de que, a pesar de que las torres fuertes formaron parte del proyecto en su construcción, nunca llegaron a erigirse.
Este palacio ha sido conocido por distintos nombres, dependiendo de quienes hayan sido sus propietarios en cada momento de su historia: Palacio de Ávila y Tiedra, de los Castro y posteriormente de Montarco. Algunos lo llamaron Palacio de Barrientos de forma errónea, sin duda, motivado por el vítor que tiene sobre su puerta, dedicado al doctor Juan Rodríguez de Barrientos, quien, a mediados del siglo XVI, fue canónigo doctoral de la catedral.
El palacio fue levantado por el licenciado Francisco Hernández de Ávila y Tiedra, quien fue alcalde de Ciudad Rodrigo en 1499. Es posible que por herencia de su mujer, doña Aldonza Núñez de Caraveo, recayese en su poder una vivienda anterior que estuvo aquí ubicada. Pues se cree que el abuelo de Aldonza, García Núñez, quien formó parte del Consejo de Enrique IV y fue regidor de Ciudad Rodrigo en 1445, pudo tener aquí su vivienda, ya que existe un censo de 1486 en el que aparece empadronado en esta colación [1].
Nada más traspasar el zaguán de entrada, se presenta un precioso claustro con 16 columnas que sostienen una galería alta de cuatro tramos que lo recorre, ya que la disposición de esta vivienda, giraba en torno al patio. Dicha galería, abierta en su origen, fue cerrada en el siglo XIX. Se accede a ella a través de una escalera de piedra y sobre la columna que sostiene los arcos se puede ver el escudo de los Manrique. Ya que Diego Hernández de Ávila, hijo del fundador, contrajo matrimonio con Ana Manrique, quien fue hija natural del marqués de Aguilar.
Antiguas caballerizas, convertidas hoy en cuartos de baño |
Según el catastro de la ensenada (1750), tiene un tamaño de 57 varas - unos 270 m2 - de frente por otras tantas de fondo. Bodega en la parte baja, desde el exterior se pueden observar los vanos bajos que proporcionaban luz y ventilación al espacio. También en la planta baja contaba con caballerizas, corral y jardín, a ellos se accedía por la puerta ubicada en la parte derecha de la fachada. En las dos entreplantas se ubicaban las estancias nobles, donde la familia hacía su vida. Si observamos sus ventanas desde la calle podemos darnos cuenta que las habitaciones principales se encuentran en la primera planta, pues las ventanas de este piso son más ricas en ornamentos. En la parte superior, a la que se accede a través de una escalera de caracol, se ubica un gran desván.
En su origen, la configuración urbana de esta zona era diferente, no existía una plaza ante el palacio, sino que, hasta el siglo XVI, frente a él se ubicaban unas casas y un horno que eran propiedad de Bernardo Núñez Dávila y Tiedra, arcediano de Camaces e hijo del licenciado Tiedra, fundador del palacio. Bernardo, derribó las casas y horno y en 1524 y vendió sus solares al ayuntamiento por valor de 30.000 maravedíes. Sin embargo, para que la venta del terreno se llevase a cabo, añadió la siguiente cláusula: para que sea plaça pública sin que en ellos se pueda hazer, edificar ni otra cosa alguna, más de quedar para siempre jamás por canpo y plaça pública de la cibdad [2]. Gracias a dicha imposición hoy podemos disfrutar de dicha plaza, que permite contemplar la magnitud del palacio en todo su esplendor.
Comedor en la época que perteneció a los condes de Montarco |
Bernado, fundó mayorazgo en cabeza de su hermano Diego Núñez Dávila y Triedra y, al no tener descendencia los hijos de este, posteriormente el inmueble pasó a manos de los Castro. Como dato curioso de la historia de este palacio, se cree que en este palacio es donde se firmó la paz en el sitio de 1810 durante la guerra de la Independencia.
Ya en el siglo XIX fue adquirido por Juan José Vicente, poseedor de una de las grandes fortunas de la época y quien durante la desamortización se había hecho con con innumerables fincas. La compra del palacio se hizo, junto a otras propiedades, por el impago de un préstamo de retro a Mariano Salcedo [3] y lo utilizó como panera para almacenar el grano que producían sus fincas. Su hija, Carmen Vicente Ortega, se casó con Eduardo de Rojas Alonso, conde Montarco, por lo que desde entonces fue conocido como palacio de Montarco. El matrimonio, que solía venir a pasar largas estancias en Ciudad Rodrigo procedió a la rehabilitación del palacio, convirtiéndolo en su residencia de temporada.
En 1958 fue declarado monumento histórico y en 2006 fue vendido por sus descendientes, tataranietos ya del matrimonio, tras lo cual fue convertido en un establecimiento de hostelería para la celebración de eventos.
[1] Salazar y Acha, Mª Paz: Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, Vol. VIII, p. 961.
[2] Salazar y Acha, Mª Paz: Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, Vol. VIII, p. 962
[3] de Rojas, Ana y Melgar, Juan Manuel: Los condes de Montarco. Álbum íntimo de familia, 2010, p.50
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