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¿Cómo se vivía en Ciudad Rodrigo hace 100 años? Parte V: Circulación y vías públicas

La limpieza de la vía pública se hacía por parte del Ayuntamiento y según las palabras del doctor Manzano: Se da la nota trágico-cómica de efectuarse esta con la escoba grande y dura, sin ser precedida de riego, la mayoría de las veces, con carretilla de mano para recoger las basuras; y esto precisamente en las horas de mayor tránsito de vecinos. Así se ve a estos escapar, como pueden, con las narices tapadas para ponerse a salvo de no respirar una nube de polvo y de microbios en que - sin querer - se ven envueltos a su paso por las rúas de la Ciudad [1]

No obstante, según las ordenanzas municipales aprobadas en 1903, todos los propietarios o inquilinos debían barrer de forma diaria los espacios que daban frente a sus casas, tiendas, patios o corrales. Desconociendo si esta norma era cumplida por la mayoría de mirobrigenses o como tantas otras, caía en saco roto. Según la misma, en las calles de dos aceras la limpieza debía hacerse desde el arroyo y las basuras e inmundicias debían de ser puestas en montones cerca de las orillas. En las calles de calzada la limpieza debía de hacerse desde la mitad de la misma y las basuras se debían colocar en montones a lo largo de los arroyos a un lado de la calzada, quedando prohibido depositarlas delante de las casas de otros vecinos [2]. Tampoco estaba permitido que anduviesen sueltos por las calles y plazas los cerdos, sino era en las horas precisas de entrada y salida del porquero que estaban estipuladas. Fuera de dichas horas, podrían ser recogidos por los agentes de la policía hasta que sus dueños pagaran la multa impuesta. Los estiércoles producidos por estos animales debían ser extraídos de la población con frecuencia y depositados en estercoleros alejados de ella, al menos 600 metros. Aunque parece ser que esta norma no se cumplía, pues gracias a la prensa histórica se puede saber que de la existencia de estercoleros en la misma población, como el que había en el Caño del Moro [3] o los dos de la carretera de entrada al Arrabal de San Francisco, por la que, al parecer, era imposible pasar sin llenarse de pulgas [4], incluso a la puerta de las Escuelas Graduadas [5].

Según lo recogen las ordenanzas municipales, los carromatos al entrar en la población debían ser guiados por los carreteros, quienes cogerían la mula delantera para ello. En los carros tirados por bueyes, los conductores, que no podían ser menores de 14 años, debían ir delante del ganado. Los carruajes destinados al transito dentro de la ciudad debían tener las llantas de sus ruedas de hierro, sin clavos de resalto y con una anchura mínima de 57 mm. para que al rodar pisasen con toda la superficie. Cuando transitaban una vez anochecido debían llevar un farol encendido e ir únicamente al paso regular. 

Carruajes guardados en el Palacio de Montarco


Antes de la era del automóvil, las ciudades tenían servicios de coches de alquiler con tarifas y paradas fijas y Ciudad Rodrigo no era una excepción. Aquí también se utilizaban los carros de alquiler y los destinados al transporte de personas o mercancías. Según las leyes municipales, estos debían tener siempre las tarifas impresas en su interior para que los usuarios pudieran cotejar los precios. Existían en la ciudad algunos puntos de espera marcados para que en ellos se parasen los carros de alquiler, lo que vendría siendo una parada de taxis [6]. Los carruajes de alquiler podían ser de tres tipos: de lujo, de punto y ómnibus. 

Existía un reglamento especial para los carruajes y coches de alquiler, según este, los coches de lujo eran los que sin numeración se hallaban en los establecimientos donde se alquilaban y no ocupaban puestos en la vía pública. Estos vehículos debían preservar la condición de decencia y aseo que su nombre indica, pudiendo ser retirados, si no reunían las condiciones requeridas. Además, tenían libertad para la contratación de precios, sin estar sujetos a una tarifa fija. Según el mencionado reglamento todos los carruajes de este tipo que hubiesen transportado personas con enfermedades contagiosas, debían de obtener una autorización antes de volver a ponerse a ofrecer un nuevo servicio [7] y se prohibía expresamente que cualquier carruaje de alquiler y servicio público, fuese este de la clase que fuese, transportase cadáveres al cementerio. 

Los llamados coches de punto, eran los que ocupaban un puesto fijo en la vía pública y podían funcionar a cualquier hora del día o de la noche. El número de asientos podía ser de dos o cuatro, como máximo. Eran llamados berlinas, cestas, landós, familiares o jardineras. Tras pagar la contribución correspondiente, el ayuntamiento les marcaba el sitio de la vía que debían ocupar. Estaban obligados a llevar una tablilla en un lugar visible que indicase "Se alquila". Esta no debía ser visible cuando el coche estuviese alquilado. Los conductores de los carruajes de punto debían llevar gorras de las llamadas de plato, con el número correspondiente al coche tanto en ellas como en los faroles del mismo. Las ordenanzas municipales también indicaban que debían vestir con traje decente de americana o chaqueta, con tapabocas o abrigo en el invierno [8]. En el ayuntamiento existía un registro de todos los cocheros de punto, en ellos se registraban sus conductas, faltas, premios y castigos


Tarifas para Carruajes de punto en Ciudad Rodrigo en 1897


Se llamaba ómnibus a todos los carruajes de alquiler que con dos o más caballos admitiesen más de 4 asientos. Estos eran destinados para el trasporte de viajeros y a sus equipajes tanto a la estación de ferrocarril, romerías, etc. Al igual que los de punto, tenían sus sitios marcados en la vía pública. Era posible que los usuarios fuesen en la vaca del carruaje siempre que en ella se hallasen las correspondientes banquetas. No eran extrañas las multas que el gobernador civil interponía a los cocheros por incumplimiento del reglamento de carruajes.

Tarifa para ómnibus en Ciudad Rodrigo en 1897

Anuncio de empresa de Carruajes de alquiler. La Iberia Núm 87, 17 de diciembre de 1904

En el año 1900 el Ayuntamiento solicitó a la reina la apertura de la Puerta del Sol, que en esos momentos estaba tapiada. De esta forma por ella podrían circular los carruajes con mayor holgura, ya que hasta entonces únicamente podían hacerlo por la Puerta del Conde, lo que causaba numerosos accidentes entre transeúntes y carruajes debido a la estrechez de la mencionada puerta y de la calle Madrid [9], que además en esos momentos era de doble dirección. Pocos meses después, en diciembre de ese mismo año, comenzó la obra de apertura. La Puerta de Amayuelas estaba cerrada en esos momentos para uso público y cuando años más tarde se abrió, no era más que un estrecho tubo para peatones [10] y su estrechez dificultaba el paso de los carruajes, que por ella solo tenían permiso de salida.

Puerta de Amayuelas
Puerta de Amayuelas

Al parecer los problemas de tránsito y acceso al centro fueron un continuo quebradero de cabeza para la corporación municipal. En 1925, durante obras en el puente de la Puerta del Sol, se estableció que los carruajes entrarían al recinto amurallado por la calle Madrid y saldrían por la del Toro. Su transito por el centro se complicaba más aún los martes. Pues estos días tanto la calle Madrid como la del Toro estaban interceptadas por carros y caballerías parados a causa del mercado semanal. 

Anuncio en semanario La Iberia en 1918
                                           

[1] SÁNCHEZ MANZANO, Marcelo: Datos para la genealogía médica de Ciudad Rodrigo, 1920, pág. 20.
[2] "Capítulo III. Higiene pública. Sección primera. Limpieza de la vía pública". La Iberia, Núm. 37, 3 de enero de 1904. 
[3] Avante, Núm. 440, 21 de septiembre de 1918, pág. 5.
[4] La Iberia, Núm. 703, 7 de octubre de 1916, pág. 2.
[5] El Eco del Águeda, Núm. 2, 13 de noviembre de 1924, pág. 2.
[6] "Carruajes y caballerías".
La Iberia, Núm. 33, 6 de diciembre de 1903. 
[7] "Reglamento de carruajes y coches de alquiler", El Lábaro, Núm. 7, 1 de abril de 1897, pág. 3. 
[8] "Reglamento de carruajes y coches de alquiler", El Lábaro, Núm. 13, 8 de abril de 1897, pág. 3.
[9] Miróbriga, Núm. 25, 12 de agosto de 1900, pág. 2.
[10] Miróbriga, Núm. 175, 2 de agosto de 1925, pág. pág, 2

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